ALTERNATIVAS
Miguel ?ngel Rodr?guez E.
Debemos forjar en Costa Rica una alianza positiva de esperanza.
Es necesario. Es preciso realizar importantes cambio en tiempos en los que parece cada d?a m?s dif?cil entendernos. Enfrentamos serios riesgos y el pesimismo y la desesperanza nos conducen a la inacci?n.
Pero no debemos, no podemos si queremos progresar y evitar el caos, dejarnos arrastrar por el pesimismo y la desesperanza. Nos dijo Benedicto XVI en Spe Salvi:
?Se nos ofrece la salvaci?n en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.? Esta es la ruta para nuestra salvaci?n personal, interior. Pero tambi?n es el sendero para la soluci?n de problemas sociales.
Frente al d?ficit fiscal el gobierno se aferra a no bajar su gasto y los partidos de oposici?n a no aumentar los impuestos. Esto conduce a la inacci?n y ella nos llevar?a -muy probablemente y a no muy largo plazo- al ajuste mediante una dolorosa crisis.
Cada grupo defiende, como es natural, sus rentas e intereses. As? es y a menudo solo ven el corto plazo. Desde la sociedad civil quienes viven ideol?gicamente comprometidos con un estado que lo haga todo, son intransigentes opositores a la venta de activos gubernamentales y a la participaci?n de la inversi?n privada en la construcci?n de la infraestructura, la generaci?n el?ctrica y la prestaci?n de servicios p?blicos. Quienes propugnan la libertad y la eficiencia, son renuentes a las consideraciones de pobreza y desigualdad. Sindicalistas y bur?cratas se aferran a sus privilegios, y empresarios y profesionales se oponen a eliminar exoneraciones de impuestos.
Al gobierno y a los partidos corresponde construir un conjunto de medidas que permitan estabilidad y eficiencia econ?mica. A los grupos de inter?s interesa y les toca saber ver sus intereses en el mediano plazo.
En 1978 junto a los estertores de un modelo econ?mico que hab?a perdido su dinamismo inicial, viv?amos graves desequilibrios fiscales, cambiarios y financieros.
Pudimos haber escogido la estabilidad restringiendo el gasto, aumentando impuestos y devaluando; o la estabilidad con cambio estructural para ser eficientes en la producci?n. Pero no se logr? acuerdo para ninguno de esos caminos. Creyeron los gobernantes que sobre la cresta del cr?dito externo se podr?a posponer la crisis. Imperaron los prejuicios y el temor al cambio.
Cuando se percataron los acreedores que no podr?amos pagarles, acab? esa posibilidad. El dolor y el sufrimiento que embarg? a cientos de miles de familias fueron inmensos. Pasamos de una quinta parte a una mitad de la poblaci?n en pobreza, y tardamos m?s de un d?cada en recuperarnos. Una quinta parte de una enorme generaci?n de j?venes perdi? el chance de educarse del que dispon?an antes de la crisis.
Hoy los peligros son mucho menores a las de 1978. Pero son reales. Con pesimismo y aferrados a prejuicios no construiremos soluciones y m?s tarde o m?s temprano nos arrollar? otra crisis con enorme sufrimiento para cientos de miles de compatriotas.
Es hora de construir con esperanza y optimismo.