Los Especialistas » Miguel Angel Rodríguez por Academia de Centroamérica
Abril 8, 2018 4:33 am
Las amenazas en campaña y los tuits del Presidente Trump durante su primer año de gobierno en contra del libre comercio se han ido convirtiendo en acciones comerciales de los EEUU.
Empezó con la decisión -en su primer día de ejercicio de la presidencia- de retirar a los EEUU del Acuerdo Trans- Pacífico de Asociación (TPP). Siguió con el llamado a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y la amenaza de denunciarlo y retirarse de ese acuerdo de comercio preferencial. Hace pocas semanas continuó con la imposición -por muy frágiles razones de defensa nacional- de aranceles a las importaciones de acero y aluminio.
Y más recientemente decidió imponer un arancel de 25% a un 10% de las importaciones de China, limitar las inversiones chinas en su territorio y acusar a China ante la Organización Mundial del Comercio.
Es una lástima que el mundo haya perdido el liderato que EEUU ha ejercido en favor del libre comercio desde que el Presidente Franklin D. Roosevelt en 1934 logró la aprobación la Ley de Acuerdo Comercial Recíproco, (RTAA por sus iniciales en inglés), que luego se renovó repetidamente y que dio origen a negociaciones de EEUU con sus socios comerciales para lograr disminuciones arancelarias recíprocas.
Después de la II Guerra Mundial se establece la institucionalidad internacional para promover el comercio internacional, primero con el intento fallido de creación de la Organización Internacional del Comercio, luego con el GATT y sus rondas multilaterales de negociación y finalmente con la Organización Mundial del Comercio.
En este último período las empresas grandes de los EEUU realizan grandes inversiones en el extranjero, y cambian su visión proteccionista por una favorable al comercio y las inversiones internacionales. Con ello los republicanos se convierten en abanderados de la apertura comercial. Al mismo tiempo los demócratas -con las acciones favorables a los derechos humanos y la no discriminación de los años sesenta (presidentes Kennedy y Johnson)- pierden su fuerte base de apoyo en los estados del sur y se vuelven más dependientes de los sindicatos de manufacturas, y por ello han oscilado en sus posiciones en torno al comercio internacional. Pero los Presidentes Clinton y Obama avanzaron importantes acuerdos de apertura comercial.
Pero no siempre fue así.
Desde su fundación, esa nación siguió una política de altos impuestos a la importación, tanto por ser esa la fuente principal de los ingresos federales, como en un afán de proteger las manufacturas de los estados del norte y del oeste medio.
La segunda ley firmada por el Presidente Washington en su primera administración fue la imposición de tarifas, a propuesta de su Secretario del Tesoro Alexander Hamilton.
Estos impuestos a la importación fueron aprobados principalmente para dotar al gobierno federal de rentas para su establecimiento, que eran necesarias para financiar los poderes ejecutivo y judicial, que la constitución federal recién aprobada creaba, y también para pagar los gastos del congreso que se transformaba en institución permanente.
Poco después, en 1791, el Secretario del Tesoro Hamilton presentó al Congreso su informe Report on Manufactures que incluye once medidas en extremo proteccionistas y con enorme influencia mercantilista. Con ello quedó patente que, además de la necesidad de ingresos fiscales, las tarifas aprobadas al inicio del primer gobierno federal, tenían una finalidad proteccionista.
Después de la Guerra de Secesión predominó la motivación proteccionista de los aranceles. El Presidente Lincoln manifestó: “Dadnos una tarifa proteccionista y tendremos la nación más grande de la tierra.”
Con el predominio político republicano, el afán proteccionista se prolongó hasta la década de 1930 y su última manifestación fue el Smoot–Hawley Tariff Act de 1930, mediante la cual los republicanos senador Reed Smoot y representante Willis C. Hawley lograron aumentar los impuestos de importación de EEUU en tiempos de la Gran Depresión, dando origen a una guerra comercial internacional.
Y a pesar de ello el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial vio una extraordinaria expansión del comercio, las migraciones, las inversiones y los créditos internacionales.
Hoy podríamos presenciar de nuevo como el intercambio internacional se intensifica sin el liderato de los EEUU.
El TPP resucitó sin los EEUU.
El pasado 8 de marzo Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Singapur, Perú y Vietnam -los once países que con EEUU habían firmado el Acuerdo Trans-Pacifico de Cooperación Económica (TPP)- aprobaron en Santiago de Chile el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés).
Este tratado incluye países que con el 7% de la población del mundo (495 millones de habitantes) producen el 14% del PIB mundial, realizan el 15 del comercio internacional y reciben el 13% de la Inversión Directa Extranjera.
El liderato para la creación del CPTPP lo tomó Japón, y los firmantes dejaron la puerta abierta para una futura incorporación de EEUU. Algunos sectores productivos de ese país podrían promover esa incorporación para no desmejorara sus posibilidades competitivas. Con este acuerdo, por ejemplo, la carne de res de Australia, Canadá y Nueva Zelanda no pagará impuestos de importación en Japón, mientras la procedente de EEUU tendrá una tarifa de 38,5%.
De manera contraria al espíritu original de confrontación con China y su modelo centralista de estado empresario, ahora esa puerta está también abierta para esa creciente potencia económica y algunos funcionarios chinos ya han estado estudiando una posible participación. El Ministro de Relaciones Exteriores de China Wang Yi, ha señalado que espera que acuerdos de libre comercio en la región desempeñen un “papel constructivo, resistan el proteccionismo comercial y a ayuden a la construcción de una economía mundial abierta.”
Todos los aspectos arancelarios del TPP sobrevivieron, pero algunas normas reguladoras fueron eliminadas, pero podrían ser revividas para facilitar una posible incorporación de EEUU con un gobierno diferente, pues ese país las había propuesto. A pesar de ello el CPTPP comprende importantes reglas relativas a legislación laboral, protección del ambiente, propiedad intelectual y compras gubernamentales. El carácter multinacional del acuerdo facilita la integración de cadenas de valor internacionales, lo que no se consigue con acuerdos bilaterales.
El “Peterson Institute for International Economics” estima que los miembros de este acuerdo comercial -que ha sido declarado como el más importante de los últimos 20 años- tendrán una producción mayor en 1,7% para 2030 ($147 mil millones) gracias a su implementación. Las economías más pobres como Perú y Vietnam son las que más ganarán, con una expansión de sus PIB de 2 a 3%. Si al CPTPP se unen Indonesia, Corea del Sur, Filipinas, Taiwán y Tailandia el aumento global del PIB sería de $449 mil millones, casi tanto como si EEUU hubiera permanecido en el Tratado.
Hace más de 20 años Paul Krugman se preguntó si el comercio internacional había pasado de moda. Hoy parece que a pesar de Brexit, los populismos y Trump el comercio internacional -que desde el año pasado crece otra vez más que la producción mundial- podrá prevalecer.
Pero, ¡cuidado! Corremos el riesgo de que las medidas proteccionistas del Presidente Trump y las respuestas de China originen una ruinosa guerra comercial en la cual todos perderíamos.
Fuente: CR Hoy