Los Especialistas » Miguel Angel Rodríguez por Academia de Centroamérica
Abril 19, 2023 2:11 pm
En las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) esos organismos financieros internacionales disminuyeron sus ya bajas tasas de crecimiento para la economía del mundo este año, el año siguiente, y en el caso del BM extendiendo su perspectiva negativa para el resto de esta década.
El FMI bajó su perspectiva de crecimiento de la economía mundial para este año de 2,9 a 2,8%. Los países desarrollados crecerían solo un 1,3% y los en desarrollo un 3,9%. Según este organismo internacional para 2024 las cosas solo mejorarían levemente con un crecimiento de 3% para el mundo, de 1,4 para las naciones desarrolladas y de 4,2 para las demás.
El BM analiza el crecimiento de la economía mundial para el resto de esta década y pronostica que solo será de 2,2%. Para las economías en desarrollo su PIB solo aumentará a una tasa del 4% anual de 2022 a 2030, comparado con un 6% en la primera década de este siglo, a pesar de que en esa primera década se sufrió la crisis generada por el error del cambio de milenio llamada “punto com”, y la grave crisis financiera internacional de 2008-2009 llamada la Gran Recesión.
Los datos para América Latina son aún menos halagüeños. Según el FMI de un 4% de crecimiento del PIB en 2022 se pasará a un 1,6 (la anterior perspectiva del FMI era de 1,8%) y la recuperación para el año siguiente sería solo hasta 2,2%. Según el BM el crecimiento esperado para el PIB este año en nuestra región es de solo 1,4% y para el año entrante de 2,4%.
Esta es la tasa de crecimiento más baja y por mucho entre las regiones del mundo de países en desarrollo.
Sabemos que América Latina es una región muy heterogénea. Para América Central el crecimiento del PIB esperado por el FMI para este año es bastante mejor al de la totalidad de nuestra región, pues sería de 3,8%.
Según CEPAL en la década de 2014 a 2023 (considerando para ese año de cierre una tasa de crecimiento del PIB de 1,3%) el promedio de crecimiento anual será de solo 0,9%, menos de la mitad de la década perdida de 1980 cuando fue de 2%.
Es difícil exagerar la gravedad del pobre crecimiento que hemos vivido. Pocos años después de la Gran Recesión dio inicio en nuestra América Latina un período de crecimiento raquítico, que luego se agravó con la pandemia; con la crisis de contenedores, la ruptura de las cadenas de producción internacional y el encarecimiento dramático del costo de los fletes marítimos; con la invasión de Putin a Ucrania y con la inflación y la consiguiente política de alzas en la tasa de interés para controlarla.
Ese es el entorno de crecimiento que enfrentamos.
¿Cómo va nuestro crecimiento y las circunstancias económicas internas?
Según la última estimación del BCCR (Informe de Política Monetaria 31 de enero 2023) para nuestro país el crecimiento del PIB esperado este año es de 2,7% y para el entrante de 3,5%
Para ambos períodos estaríamos por debajo del pronosticado para Centro América y el Caribe.
Pero los indicadores de crecimiento de corto plazo, las cifras fiscales y los datos de la inflación son muy alentadores.
En 2022 logramos superar los niveles de producción previos a la pandemia. Lo logramos mejor que la gran mayoría de los países de nuestra región.
Los datos del IMAE de febrero recién pasado nos indican que después de agosto de 2022 tenemos 6 meses en que la producción se ha acelerado. El IMAE tendencia ciclo de febrero 2023 muestra un crecimiento interanual de 5,2%.
Se ha venido dando un cambio significativo en la estructura productiva del país porque el crecimiento desde la pandemia se viene dando muy principalmente en los regímenes especiales. De febrero de 2020 a febrero de 2023 el IMAE de estos regímenes ha crecido a una tasa promedio anual de 17,2% mientras el del régimen definitivo solo ha aumentado un 1,1% anual.
Las cifras fiscales siguen señalando una importante mejora en las finanzas públicas.
Lo que se ha logrado es mucho. Los resultados fiscales de 2022 lo demuestran. Vamos mejor de lo que se había negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En marzo del año pasado el FMI al aprobar los desembolsos del programa acordado con nuestro país estimó que el resultado primario (gastos sin intereses del gobierno menos ingresos corrientes) para ese año 2022 sería de 0,7% del PIB. Los datos de Hacienda en el Informe de Política Monetaria del BCCR de este enero indican un superávit primario de 2,1% del PIB. También el resultado financiero del gobierno es mucho mejor al que se esperaba en marzo, pues fue un déficit tomando en cuenta todos los gastos de 2,5% del PIB en vez del estimado en marzo de 4,5%.
De esta manera se sobrepasaron las metas del acuerdo con el FMI y el resultado en cuanto a Deuda Pública del Gobierno con relación al PIB en vez de empeorar en 0,1 puntos porcentuales (p.p.) del PIB mejoró en 4,2 p.p. del PIB al bajar de 68 a 63,8%. Se adelantó en un año el inicio de la disminución de esta relación que en buena medida determina nuestro riesgo país, y el costo de nuestro endeudamiento.
Con ese progreso de las finanzas públicas se ha mejorado la clasificación de riesgo de Costa Rica por dos de las más importantes clasificadoras, ha bajado el diferencial de intereses por encima de la deuda de EEUU que pagamos por nuestra deuda pública, y se ha dado una buena colocación de una emisión de $1.500 millones de eurobonos.
Pero no hay que sobrestimar lo logrado. Hubo un acto externo extraordinario. Eso es así porque la gran reducción de la relación de deuda pública al PIB obtenida en 2022 se origina -según el BCCR- en la alta inflación de ese año y en la apreciación de nuestra moneda. (ver mi artículo “Regla Fiscal: es esencial mantenernos en el buen camino” en WWW.rodriguez.cr). Ello causó una grande y más temprana caída en esa relación.
Los resultados fiscales continúan mejorando. Los últimos datos del Ministerio de Hacienda del pasado mes de febrero nos indican que los resultados de superávit primario y déficit financiero mejoraron respecto a los de hace un año.
También en inflación vamos recuperándonos muy bien.
En el segundo semestre de 2021 la inflación -que había venido por debajo de la meta del BCCR desde 2015- empezó a acelerarse hasta llegar a 12,13% de incremento interanual del índice de precios del consumidor en agosto del año pasado.
Pero ha venido disminuyendo cada mes desde setiembre 2022 hasta cerrar en marzo en 4,42% anual.
Para combatir la inflación el BCCR siguió una política rigurosa de incremento en la tasa de interés de política monetaria que subió de 1,25% a finales de enero de 2022 hasta 9% el pasado 27 de octubre. Se mantuvo a ese nivel hasta que disminuyó a 8,5% el pasado 16 de marzo, y se espera otra disminución importante (¿100 puntos base o más?) el 20 de este mes cuando tenga el BCCR su Reunión de Política Monetaria.
Esta disminución de la inflación se espera que en pocos meses la ponga dentro del rango fijado por el BCCR y generará nuevas disminuciones en la tasa de política monetaria. Esto a su vez beneficiará el costo de los préstamos al sector productivo y a los consumidores, con efectos estimulantes para la inversión, el consumo y el crecimiento de la economía.
El talón de Aquiles es el empleo.
Recientemente se han dado los datos de la Encuesta Continua de Empleo del INEC para el trimestre diciembre 2022 a febrero 2023. Son datos muy importantes porque coinciden estacionalmente con los del último trimestre antes de la pandemia.
Lo bueno es que disminuye la tasa de desempleo que en el trimestre antes de la pandemia era de 12,2% con 309.770 personas desempleadas, a 11% y 263.612 personas sin empleo en febrero de este año.
El problema es que no hemos recuperado el nivel de empleo que había antes de la pandemia. Esto ocurre porque ha disminuido la tasa de participación laboral (la proporción de las personas mayores de 15 años que o tienen trabajo o buscan empleo), que en el último trimestre antes de la pandemia era de 63,9% y en los mismos meses terminados en febrero de este año fue de solo 58,3%. Es un fenómeno que se da en muchos países y períodos. Cuando el desempleo se extiende por un plazo largo una buena cantidad de personas desisten de conseguir empleo.
El hecho es que aún no hemos recuperado el nivel de empleo de febrero de 2020. Las personas ocupadas son 84.357 menos que antes de la pandemia. Además, ese número de puestos no recuperados es el mayor de los últimos 10 meses. Para encontrar una pérdida de puestos de trabajo ocupados mayor a la de febrero de este año después de la pandemia tenemos que remontarnos a abril del año pasado. Hoy hay un 3,8% menos ocupados que antes de la pandemia.
Ese número de puestos de empleos perdidos no toma en consideración el incremento de la población. Con la población estimada para febrero de este año si se hubiera mantenido la tasa de ocupación última antes de la pandemia el número de empleos perdido es de 173.044.
El problema es mayor en el caso de las mujeres. A pesar de ser un numero mucho menos que los hombres las mujeres empleadas en el mercado laboral (en sus hogares trabajan mucho más que los hombres), ellas desde la pandemia hasta ahora han perdido 5.305 puestos más que los perdidos por los hombres. En las mujeres se han perdido un 5,2% de los puestos, mientras en los hombres se ha perdido un 2,9%.
Aún más grave es el problema entre los jóvenes. No solo han sufrido el apagón educativo causado por el cierre de lecciones por la covid-19 sino que han perdido un 14% de los puestos de trabajo que tenían antes de la pandemia.
También sufren desproporcionadamente la falta de ocupaciones las personas con menos educación. Repito, en la población general hay una cantidad de puestos ocupados menor a 2020 en un 3,8%. Pero entre las personas que tienen o buscan empleo con un nivel educativo de secundaria incompleta o menor, la cantidad de empleos existentes a febrero de este año es inferior en un 10,1% a la de antes de la pandemia. En cambio, para quienes tienen estudios de secundaria terminados o más, hay 43.302 más empleos que antes de la pandemia.
También se demuestra que las personas más vulnerables por no tener seguro por el trabajo perdieron 104.690 empleos, mientras las que si lo tienen ganaron 20.339. Este es un claro indicador de que buena parte de la pérdida de puestos de trabajo se da en el sector informal. Otro claro indicador de esta circunstancia es que los trabajadores por cuenta propia perdieron 55.880 puestos, o sea dos terceras partes de la disminución de ocupaciones desde que empezó la pandemia hasta ahora.
Hay más pobreza entre las mujeres que entre los hombres, hay más pobreza entre la población joven que en el resto, hay más proporción de pobres en las personas con menos educación, y hay más proporción de pobres en la informalidad. Y es en estos grupos donde más puestos de trabajo se destruyeron, y donde una menor proporción se ha recuperado. Esto es muy grave para nuestro nivel de pobreza, aumenta la desigualdad y pone en riego nuestro pacto social.
Postulo que en mucho este tipo de recuperación se debe al cambio en la estructura productiva con mayor participación de los regímenes especiales que demandan trabajadores con mayor preparación. Pero no he realizado ningún análisis econométrico para comprobarlo y medir la fuerza de este impacto frente al efecto de otras variables que también influyen como el turismo. Lo que es cierto es que de conformidad con las variaciones del IMAE en los dos sectores el peso en el PIB de los regímenes especiales de 2019 a 2022 puede haber pasado del orden de un 10% a casi un 15%. Un indicio de que lo que postulo es una fuerza de gran impacto es que según la encuesta continua de empleo para el último trimestre de 2022 la cantidad de personas empleadas en actividades en hoteles y restaurantes solo ha disminuido en 8.509, sea solo un 10,2% de la pérdida total de empleos. Estos son los empleos más directamente relacionados con el sector turismo, pero claro que faltan los empleos en entretenimiento y otras actividades que también sirven al sector turismo.
Frente a un mundo menos propicio y ante estas circunstancias las políticas económicas y sociales deben restructurarse profundamente.
En lo social tenemos necesidad de más y mejor educación que cree habilidades matemáticas, literarias y científicas y más y mejor capacitación para el trabajo de personas con estas características de mujer, de jóvenes y de menor educación. Además, se debe facilitar la empleabilidad de las mujeres que tienen una tasa de participación laboral muy baja. También se debe facilitar el acceso de estas poblaciones a la información sobre empleos disponibles para sus facilidades laborales. Esto también significa que hasta que se produzca la generación de empleos para estas personas las ayudas asistenciales se deben incrementar.
En lo económico es claro que se debe propiciar el crecimiento de las empresas que generen empleo para mujeres, personas jóvenes y para personas con menor educación. Esto requiere focalizar las políticas del estado para generar innovación, aumento de la productividad y acceso a mercados para empresas del régimen definitivo.
Las señales de lo que se debe hacer son contundentes.
Fuente: CR Hoy