Discurso del Presidente de la República de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, durante la clausura del Diálogo con la sociedad civil sobre la Carta Democrática Interamericana
Lunes 9 de junio de 2001.
Muy buenas tardes tengan todos ustedes.
Cuando hablamos de democracia existen muchas definiciones. En casi todas ellas, sean la basada en la soberanía popular, en cuanto a "regla de la mayoría", o en la concepción de Popper en cuanto a cambio pacífico; la democracia es una forma de organización, es una respuesta a cómo ordenar el poder político y no una respuesta a las finalidades de la sociedad.
Hayek, en "Los Fundamentos de la Libertad", nos brinda otra definición de democracia, también como forma de organización rica en consecuencias. "Democracia por encima de todo es un proceso de formación de opinión." De lo que podemos derivar que la democracia es un sistema de discusión libre e inteligente para llegar a acuerdos por la regla de la mayoría.
Para que de una discusión salgan acuerdos y para que las partes concurrentes a ella lleguen a alguna conclusión, es indispensable que las personas puedan participar, que puedan tener y puedan ejercer el derecho de contribuir con sus puntos de vista a la toma de decisiones.
Ya lo había dicho Aristóteles en Política:
"La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es clara. Pues la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano. Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del placer, por eso también la tienen los otros animales (pues su naturaleza alcanza hasta tener sensación de dolor y placer e indicarse esas sensaciones unos a otros). En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y de lo malo, de lo justo y lo injusto y las demás valoraciones. La participación comunitaria en éstas forma la casa familiar y la ciudad."
Participar significa, entonces, tomar parte en algo. La auténtica participación implica que los representantes políticos no pierdan el contacto con sus representados –los ciudadanos que los eligieron, quienes deben mantener sus derechos y libertades para influir, cada día más, en las decisiones que se tomen. Participar es imaginar y tratar de concretar un mundo mejor, como ustedes lo hacen, pues gracias a su imaginación surge la posibilidad de alterar el medio y nuestras relaciones en forma teleológica, buscando fines concretos.
Y estos fines son materializar un hemisferio de hombres y mujeres libres y dignos, unidos en democracia, con plena vigencia de los derechos humanos y con economías eficientes, abiertas, integradas, justas y solidarias. Un hemisferio que encuentra en esas conquistas la fuerza para construir un desarrollo humano sin precedentes.
Por eso, le agradezco al Ministerio de Relaciones Exteriores y al Instituto Interamericano de Derechos Humanos, su preocupación por llevar a cabo este evento. Dios sabe que necesitamos escuchar lo que la sociedad civil tiene que decir sobre la Carta Democrática. Su participación es vital para nosotros.
Así lo demostramos en la recién pasada Asamblea General de la OEA en San José. Y también en Canadá. Alrededor de 58 ONG participaron en calidad de invitados especiales. Canadá y Costa Rica le abrieron a la sociedad civil las puertas de la Asamblea General de la OEA; y nos sentimos orgullosos por ello, y agradecidos con el Instituto Interamericano de Derechos Humanos por su ayuda para hacerlo posible.
En el caso costarricense, temas de su interés se incorporaron a nuestras propuestas; participaron también en un encuentro de trabajo previo a la Asamblea General con representantes de estas organizaciones y delegados gubernamentales, incluyendo varios Cancilleres y el Secretario General Adjunto, y su posición formal fue trasmitida por Costa Rica a la Asamblea General.
De hecho, sin su apoyo, no tendríamos hoy los retos y las oportunidades que se han abierto para avanzar en el perfeccionamiento de los derechos humanos y de la defensa de la democracia. Con él, enriquecemos nuestras propuestas, como lo estamos haciendo hoy con la Carta Democrática, y profundizamos nuestra democracia.
Como saben, es una característica distintiva de nuestra época, el reconocimiento universal de que la vivencia plena de los derechos humanos sólo puede lograrse en el marco institucional que provee la democracia y que, en conjunción con el funcionamiento de los mercados libres, éstos son los elementos fundamentales del desarrollo humano.
Por eso, los pueblos del continente hemos acordado integrar paulatinamente estas variables. Gracias a una iniciativa costarricense logramos conjugar en la Cláusula Democrática aprobada en Quebec, el respeto a los derechos humanos y democracia, con la participación en los mecanismos de libre comercio.
Con la Carta Democrática avanzamos un poco más. En ella, tratamos de sintetizar en un solo documento los criterios actuales de la OEA para la protección de la democracia, como lo establecen la Resolución 1080 y el Protocolo de Washington, e Incluimos ciertos aspectos realmente novedosos.
En primer lugar, explícitamente liga la democracia con "el goce pleno y efectivo de los derechos humanos y las libertades fundamentales", así como con el desarrollo integral y la lucha contra la pobreza.
También, enlaza la democracia con otros conceptos como "transparencia, probidad, responsabilidad y eficacia en el ejercicio del poder público, respeto a los derechos sociales, la libertad de prensa y el desarrollo económico y social".
En segundo lugar, y quizás esto sea lo más importante, amplía el ámbito de las situaciones en las cuales la OEA podrá intervenir para proteger la democracia. Por ejemplo, en la Resolución 1080 se dice que se podrá convocar al Consejo Permanente cuando se produzcan "hechos que ocasionen una interrupción abrupta o irregular del proceso político institucional democrático o del legítimo ejercicio del poder por un Gobierno democráticamente electo" y, en el Protocolo de Washington se refiere a la exclusión de un miembro de la OEA "cuyo gobierno (…) sea derrocado por la fuerza". La Carta Democrática amplía estos supuestos al hablar de "alteración o ruptura institucional del orden democrático".
Esta frase, coincide, en su totalidad, con la Cláusula Democrática de la Declaración de Quebec; documento que se menciona en el Preámbulo de la Carta Democrática, donde se recuerda que según esta Declaración se excluirá del proceso de Cumbres de las Américas al Gobierno de un Estado donde se haya alterado o roto inconstitucionalmente el orden democrático.
Establecemos entonces a la democracia y a la protección a los derechos humanos, bajo el amparo de la OEA, como elementos sustantivos para contar con el entorno estable y competitivo que requieren nuestras economías pobres y en desarrollo para aprovechar las oportunidades de la integración comercial, para crecer a tasas mayores, para generar más y mejores empleos y reducir la pobreza que tanto nos afecta.
Al avanzar en estos temas, le damos sustento político al proceso hemisférico de integración que llevamos adelante con el ALCA y los demás procesos bilaterales, regionales y multilaterales en que participamos.
Pero no podemos lograr esto solos. "Es la misma debilidad del hombre la que le hace sociable"; nos decía Jean-Jacques Rousseau, en Emilio; "son nuestras comunes miserias las que inclinan nuestros corazones a la humanidad; si no fuésemos hombres, no le deberíamos nada".
De ahí que su ayuda sea vital para alcanzar esa visión integral y de conjunto para el desarrollo humano de los pueblos de América, de nuestras familias. Necesitamos su ayuda para construir juntos ese nuevo orden, inspirado en la dignidad, libertad y derechos de cada persona humana; inspirado en la paz duradera, la democracia y el crecimiento económico solidario.
Un nuevo orden para que cada hombre y cada mujer de América puedan disfrutar de un continente en el que prime la esperanza.
No podemos renunciar a este compromiso.
Muchas gracias