Palabras del Presidente de la República de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, en ocasión de recibir la "Piedra para la Paz"
Martes 30 de enero de 2001.
El horror de la guerra no es ajeno a los costarricenses ni mucho menos el sufrimiento de miles, millones de personas víctimas de sus más abyectas manifestaciones. Durante años, fuimos testigos de la guerra en Centroamérica. Supimos del dolor y de las lágrimas de nuestros hermanos centroamericanos por la brutalidad de los conflictos bélicos, y nos dedicamos a luchar por la paz y el respeto de los derechos en nuestros países vecinos.
Nuestros esfuerzos por la paz han superado también nuestro continente. Hoy por hoy Costa Rica es uno de los principales interlocutores mundiales de la paz, la desmilitarización y la promoción de los derechos humanos. Creemos que la paz es posible, y que no debemos abandonar el camino que nos conduce a ella, por difícil que éste parezca.
"La piedra para la paz" que hoy recibimos los costarricenses por parte de la Asociación "Piedra para la Paz de Hiroshima", encarna esa lucha maravillosa, incansable y tenaz de los seres humanos por la paz. Tenemos entre nosotros un testigo silencioso de uno de los más vergonzosos capítulos en la historia de la humanidad. Sin embargo, tenemos también una muestra de la capacidad de un pueblo de perdonar y de comprometer su existencia a la lucha contra la pesadilla de la guerra y del hongo nuclear.
Agradezco en nombre de mi pueblo y de mi Gobierno este gesto, pues al recibir "la piedra para la paz" los costarricenses recibimos un recordatorio, una inspiración para no claudicar jamás en nuestros intentos por conformar un nuevo orden mundial. Un orden al que sea una verdadera civilización del amor y de la paz.
El diálogo entre civilizaciones; la comunión entre los hombres y pueblos; el respeto a la diversidad en la unicidad de la dignidad, la libertad e igualdad de la persona humana, debe inspirarnos todos los días para construir juntos esa nueva civilización; ese nuevo pacto social entre los seres humanos.
Al recibir la piedra de la paz de Hiroshima para Costa Rica hacemos una confesión de fe en la riqueza de la diversidad cultural, en la riqueza de que los pueblos sepamos hacer cosas y hacerlas de diferente manera. En la necesidad de respetar esa diversidad, en la necesidad de tener unidad en los valores fundamentales de respeto a cada persona: hombre, mujer, niño, niña, adulto o anciano y la necesidad de construir con armonía la meta de la paz para todos los pueblos.
Esta tarde la Asociación Piedra para la Paz de Hiroshima nos recuerda elocuentemente a los costarricenses que nuestras semejanzas son mucho más fuertes que nuestras diferencias. Que nuestros propósitos comunes y la construcción de un futuro de dignidad, libertad y paz nos unen fundamentalmente. Una vez más, en nombre de mi pueblo agradezco este emblema de paz.
Muchas gracias.