Discurso del Presidente de la República, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, En el Acto de Sanción de la Ley de Protección al Trabajador

Miércoles 16 de febrero de 2000.

Amigas y amigos.

Desde nuestra independencia, los fundadores de la Patria tuvieron un gran sueño: una sociedad de oportunidades para todos y solidaria con los más necesitados. En palabras de nuestro primer Jefe de Estado, Juan Mora Fernández,

"deseamos que el Estado sea feliz por la paz, fuerte por la unión, y que sus hijos corten cada día una espiga más y lloren una lágrima menos".

Y construyeron paulatinamente esa sociedad cimentándola en los más nobles principios, en los principios de libertad, solidaridad, justicia y equidad. Fueron nuestros antepasados, aquéllas mujeres y hombres del siglo XIX los que supieron ver más allá del horizonte, y trabajaron para asegurarle a sus hijos, y a las hijas de sus hijos, las oportunidades necesarias para creer, crear, crecer y progresar.

Estos principios nutrieron la sociedad previsora que construimos los costarricenses. Una sociedad de reglas generales y claras, que le daban al ser humano libertad para crear, libertad para innovar, libertad para actuar y libertad para reproducir las creaciones positivas para el bienestar de las personas y de la colectividad. Y estos principios son los que deben sustentar a la Costa Rica del siglo XXI, una Costa Rica nuevamente previsora y más solidaria, en un marco de libertad y de responsabilidad.

Por eso, hoy, en esta mañana, en la Plaza de las Garantías Sociales, en el año del centenario del nacimiento del Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, seguimos su ejemplo y somos consecuentes con nuestros antepasados, y así, volvemos a soñar en grande, volvemos a encauzarnos por la senda de la previsión: volvemos a ser sociedad previsora.

Hoy, les presentamos a los costarricenses la reforma social de nuestro tiempo: La Ley de Protección al Trabajador.

La Ley de Protección al Trabajador es una ley para el bienestar de la familia costarricense. Es producto de una gran cruzada nacional por la justicia en el régimen de pensiones y por los derechos de los y las trabajadoras. Es el resultado de un proceso de Concertación Nacional, en el que todos los grupos sociales, con espíritu de unidad nacional vencieron los obstáculos y alcanzaron un desarrollo próspero, participativo: un desarrollo con rostro humano.

La Ley de Protección al Trabajador, es una ley para volver a ser previsores. Una ley fruto de la unión de la gran familia costarricense.

La Ley de Protección al Trabajador, es sinónimo de unidad nacional, de diálogo, de participación y de concertación exitosa.

Y esto debemos agradecérselo a las universidades estatales, al apoyo de sus Rectores. Agradecemos a los cooperativistas, a los sindicalistas, a los solidaristas, a los partidos políticos, a las mujeres, a los pueblos indios, a los ambientalistas. Debemos expresar nuestra admiración por la forma generosa y patriótica con la que nuestros empresarios, unidos en UCCAEP y bajo el liderazgo de don Samuel Yankelewitz, estuvieron dispuestos a contribuir al financiamiento de esta nueva y muy trascendental conquista social.

Nuestro reconocimiento y admiración a las Señoras y Señores Diputados de los diversos partidos políticos, que sin egoísmos partidistas ni cegueras electorales le dieron su apoyo y contribuyeron a mejorar esta iniciativa. Por construir a nivel legislativo esa unidad nacional para el bienestar de la familia, expreso mi gratitud a los diputados del Partido Unidad Social Cristiana, del Partido Liberación Nacional, del Partido Fuerza Democrática, del Partido Renovación Costarricense, del Partido Acción Laborista Agrícola y del Partido de Integración Nacional. Un agradecimiento especial a don Daniel Gallardo, jefe de fracción del Partido Liberación Nacional, por haber contribuido notablemente a que la Asamblea Legislativa superara la visión cortoplacista del estilo de oposición a ultranza y aprobara esta ley para beneficio de los trabajadores. Quiero agradecer también a don Alberto Trejos por haber aportado la idea clave de unir las soluciones a los problemas de la cesantía y de las pensiones, así como agradecer de un modo muy especial a don Ronulfo Jiménez por su entrega y brillante trabajo en la elaboración del proyecto y en la tramitación de la ley.

Debemos reconocer a la Iglesia Católica, en especial a nuestro querido Arzobispo Monseñor Román Arrieta el apoyo sincero, de frente y decidido a esta transformación social. Muchas, muchas gracias Monseñor, porque como hizo Monseñor Sanabria en los cuarenta, usted ha demostrado una vez más el compromiso de la iglesia costarricense con el progreso social. Gracias a todos los sectores de la sociedad. Muchas gracias costarricenses.

Gracias, porque producto del pensamiento y la voluntad de todos, hoy ve la luz una ley que representa con claridad la solución costarricense. Una vez más demostramos que nuestra fórmula se basa en la discusión racional y civilizada. La solución costarricense implica dejar de lado el espíritu de enfrentamiento y prepararse para oír al compañero y al adversario, evaluar sus planteamientos, rectificar los propios, hacer concesiones, encontrar la verdad juntos y construir instrumentos satisfactorios para los costarricenses. La solución costarricense es unirnos para juntos encontrar las mejores respuestas a nuestros problemas de hoy y de mañana.

Eso fue, efectivamente, lo que hicimos durante el Proceso de Concertación Nacional a principios de nuestro Gobierno.

A todos aquellos que dudaron de la efectividad de este proceso de construcción de consensos; a todos los que le restaron importancia; a quienes no le tuvieron fe, los hechos les demuestran que se equivocaron, porque cuando un pueblo habla con claridad, con honestidad y comprometido, sus palabras se escuchan y su voluntad se respeta.

Claro que después fue indispensable, como debe serlo en nuestra democracia, la contribución patriótica y sin mezquindad de los diputados y los partidos políticos.

La Ley de Protección al Trabajador nos demuestra que, con unidad nacional y concertación, podemos vencer el miedo al cambio, el miedo al progreso. La Ley de Protección al Trabajador es la superación del temor para hacer realidad aspiraciones de los trabajadores y familias costarricenses. Por décadas, se habló en Costa Rica de la necesidad de reformar las pensiones y de convertir el auxilio de la cesantía en un derecho real, pero el miedo al cambio no permitió concretar las reformas necesarias.

Hemos podido vencer al miedo porque toda la sociedad costarricense se unió en un esfuerzo nacional; porque actuamos con amor a la Patria, con sentido de responsabilidad ciudadana y con apego a los principios de la solidaridad cristiana. Vencimos al miedo porque creímos en Costa Rica. Porque comprendimos que el desarrollo y la búsqueda del bien común son tareas que sólo pueden ser enfrentadas si los costarricenses nos unimos.

En la unidad nacional encontramos la fuerza para asumir riesgos y cambiar; cambiar para utilizar los nuevos conocimientos y vencer los viejos problemas; cambiar para lograr con los nuevos instrumentos alcanzar nuestros valores de siempre.

En la unidad nacional para el bienestar de la familia costarricense encontramos la fortaleza para enfrentar los más extraordinarios retos.

En la unidad nacional para el bienestar de la familia encontramos el remedio para la desesperanza y el miedo.

En la unidad nacional para el bienestar de la familia costarricense redescubrimos el valor de la dignidad de las personas, y recordamos, una vez más, que nuestro ideal nacional, como bien lo señala nuestro Himno Nacional, se inspira en el trabajo y la paz.

La ley de Protección al Trabajador es fundamental para el bienestar de nuestras familias. A un grave problema le estamos dando una maravillosa solución. Haberlo hecho es honrar un compromiso histórico con la familia y su bienestar presente y futuro. Un compromiso con nuestros jóvenes, niños y niñas y con las generaciones que están por venir, que nos pedirán cuentas por el estado del sistema de previsión social costarricense del siglo XXI.

A ustedes jóvenes, niños y niñas de hoy que se pensionarán dentro de treinta, cuarenta o cincuenta años, puedo decirles que no les hemos fallado. Hoy ustedes pueden tener certeza que la cesantía será un derecho real y que el régimen de Invalidez, Vejez y Muerte les cumplirá al momento de jubilarse, porque tomamos las decisiones a tiempo para evitar su colapso. Con esta reforma lo fortaleceremos para asegurarnos una mayor cobertura, para que sea la gran plataforma de nuestras pensiones, y no suceda como hasta ahora, que el 45% de las y los trabajadores no cotizan para ningún régimen.

Complementaremos ese beneficio con una pensión adicional sin costo alguno para el trabajador, reasignando cargas sociales ya existentes, con la cual, todos los trabajadores tendrán asegurada una segunda pensión para garantizar la dignidad de su retiro.

Y todos los adultos mayores en situaciones de pobreza, que no pudieron cotizar para asegurarse un ingreso en su vejez, tendrán una pensión, porque esta reforma los ampara y les brinda una mano solidaria, al procurar los recursos necesarios para que el Régimen no Contributivo de Pensiones sea universal y brinde pensiones más altas.

No podemos permitir que adultos mayores pobres que perdieron ya su capacidad física para trabajar y generar ingresos, vivan en la indigencia, sin poder al menos satisfacer sus necesidades básicas. Por eso, con mucho sacrificio, hemos venido recortando gastos en ministerios e instituciones públicas para liberar recursos, y poder dar más pensiones del Régimen no Contributivo, como las que reciben hoy don José Ávalos, don Elías Ramírez y doña Marta Dominga Obando. Porque doña Marta Dominga trabajó muy duro cocinando para los peones allá en Corralillo, don Elías laboró largos años como trabajador agrícola y don José sostuvo a su familia trabajando como vendedor ambulante, pero a pesar de tantos años de esfuerzo ninguno de ellos tenía el beneficio de una pensión.

Necesitamos incrementar el esfuerzo en este campo, porque muchos adultos mayores que viven en situaciones difíciles aún están desamparados. Pensando en ellos, impulsamos la reforma social de nuestro tiempo, y gracias a que hoy es una realidad, 29000 adultos mayores que viven en la pobreza recibirán su pensión, al igual que de don José, don Elías y doña Marta.

Por ellos y por sus familias, por los trabajadores de hoy que aún están desprotegidos y por nuestros jóvenes, niños y niñas, esta reforma no podía esperar más. Ahora podremos edificar un sistema de pensiones más sólido, solvente, sostenible y solidario que garantice a toda la población el derecho humano a una vejez digna.

Además, logramos los acuerdos para que el auxilio de cesantía sea un derecho real para cada trabajador, y no una mera expectativa que no se cumple en muchos casos. Cada trabajador va a poder disfrutar de ese beneficio, sin importar la razón por la cual concluya la relación laboral y sin límites en el tiempo. De ahora en adelante, quien renuncie a su puesto para alcanzar otros objetivos, no perderá sus derechos de cesantía. De ahora en adelante, quien tenga más de ocho años de trabajar para el mismo patrón no se verá privado del aumento en su cesantía.

Por muchas razones, esta es una ley que refuerza la solidaridad social entre los costarricenses y que protege al trabajador sin perjudicar a los empresarios, porque es equilibrada y responsable, sustentada en principios cristianos de justicia social y pensada para el bienestar de todas las familias.

Pero además, armoniza con nuestros objetivos de crecimiento económico y generación de empleos, porque promueve el ahorro y la acumulación de capitales de largo plazo, que se constituirán a su vez, en fuente de financiamiento para nuestro aparato productivo e impulsará el desarrollo del mercado de capitales y del mercado accionario.

Así, las pensiones promoverán una reducción sostenida de las tasas de interés, impulsarán la reconversión productiva y las inversiones en nuevos proyectos, con lo cual se mejoran los procesos productivos, se crean nuevos empleos, y se propicia una mayor democratización de los frutos del crecimiento económico al permitir que los trabajadores se conviertan en dueños de muchas empresas. En efecto, los fondos de pensiones de los trabajadores serán dueños de inversiones en las empresas y de esta manera, estamos democratizando la propiedad de los medios de producción.

Con esta reforma ganamos todos. Logramos armonizar en una sola ley, dos objetivos claves para alcanzar mayores niveles de desarrollo humano: impulsar el crecimiento económico y fortalecer la solidaridad social.

Por todo esto, la Ley de Protección al Trabajador es una auténtica solución costarricense: es previsora, es producto del diálogo constructivo entre los más diversos grupos sociales; es solidaria y garantiza la paz social; está basada en los nuevos conocimientos y en nuestros perennes valores.

La Ley de Protección al Trabajador es una ley para el bienestar de la familia costarricense.

Porque primero es la familia, tanto ayer como hoy, las palabras del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia no pierden vigencia cuando expresaba:

"¿Quién podrá negarle amparo y asistencia en su vejez al hombre que ha dado durante el curso de una vida laboriosa y dura, sus fuerzas físicas, toda su capacidad de trabajo, para hacer producir la tierra o para aumentar la riqueza común? ¿Dónde está la persona o la entidad que pueda fundamentar una negativa a que se consagre el principio de que el pobre no es una carga ni puede condenársele a la mendicidad cuando la pobreza sobreviene por incapacidad orgánica para el trabajo, por causas originadas en la edad, la enfermedad o la invalidez?"

Porque primero es la familia, los esfuerzos de apertura, modernización e inserción a la economía mundial, como los que venimos realizando, deberán ir acompañados por el fortalecimiento del sistema de previsión y seguridad social, para proteger al trabajador y darle tranquilidad en su vejez a él y a toda su familia.

Con la aprobación de la Ley de Protección al Trabajador, demostramos que sabemos lo que queremos y que no tenemos miedo, sino esperanza y fe en el futuro. Los costarricenses renovamos nuestro compromiso con los mejores valores humanos de nuestra nación, y juntos, todos, hacemos realidad un sueño, el de construir la democracia del bienestar solidario; una democracia con rostro humano.

Enraizados en lo mejor del ser costarricense, en el espíritu de previsión que caracterizó a nuestra nación durante siglos, hoy volvemos a mirar hacia el horizonte, a soñar en grande. Hemos dado un gran paso al aprobar esta Ley, al modernizar nuestros sistemas de seguridad social con una nueva visión, pero siempre anclada en nuestros valores ancestrales.

Estamos trabajando por el bienestar de la familia. Soñando grandes sueños como los tuvieron el Dr. Calderón Guardia, Monseñor Sanabria y Manuel Mora. Estamos transformando al Estado lejano, ineficiente y opresor en un Estado Moderno, que sabe brindar oportunidades y asumir responsabilidades.

Y espero que muy pronto, podamos volver a regocijarnos al contemplar los demás frutos que produjo la gran cruzada nacional por hacer reales las soluciones costarricenses para los graves problemas que nos aquejan. Estoy seguro que así será y que juntos todos podremos, con optimismo, esperanza y fe, transitar por el puente del progreso, que con soluciones costarricenses estamos construyendo para pasar a un mañana de justicia social, participación, libertad y bienestar para los costarricenses, para Costa Rica.

¡Vivan siempre el trabajo y la paz! Es nuestro compromiso desde el siglo XIX y así será el siglo XXI. Por eso generamos oportunidades de más y mejores empleos a la vez que protegemos al trabajador y a su familia. Sólo así podremos aspirar a mayores niveles de desarrollo humano.

Ese es nuestro compromiso y de él obtenemos la fuerza para concretar grandes transformaciones, unidos, sin miedo y con previsión, para construir oportunidades para que hombres y mujeres con libertad, justicia y solidaridad social, trabajemos y disfrutemos de la paz de cada día.

Muchas, muchas gracias.


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