Discurso del Presidente de la República de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, en ocasión de la entrega del Premio que le otorga la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALACOP).

Jueves 28 de junio de 2001.

 Cuando una entidad tan reconocida y prestigiosa como la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos, decide conceder un premio, quien lo recibe no puede menos que sentirse honrado por la gran distinción que su galardón representa.

Amigas y amigos:

Interpreto que este reconocimiento se da al Presidente de esta República en tanto representante de los costarricenses. Reconoce ALACOP así a un pueblo que ha construido y fortalecido una cultura de paz y tolerancia que emerge de profundos valores democráticos; reconoce a una nación que asumió el compromiso para que el crecimiento económico estuviese siempre en armonía con la protección de la Naturaleza; a un pueblo que ha invertido desde el siglo XIX en el capital humano de las personas, a fin de brindar acceso universales a las oportunidades de trabajar y emprender; reconoce a una nación ha sabido respetar y promover los derechos humanos, para construir y pulir el Estado de Derecho que es el valladar natural contra la arbitrariedad.

Reconoce la capacidad de este pueblo de prever, de profundizar sus conquistas para avanzar incesantemente por el camino del desarrollo humano, gracias a la SOLUCION COSTARRICENSE.

Con este Premio reconocen ustedes la trayectoria democrática de esta nación, que ha sabido con sabiduría, prudencia y previsión, ganarse un lugar de privilegio en el concierto internacional. La democracia en Costa Rica, como bien lo dijo don Felipe, no es un fenómeno reciente.

La democracia es aquél régimen fundado en los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Es una forma de organización, es una respuesta a cómo ordenar el poder político y no una respuesta a las finalidades de la sociedad. Es, en palabras de Hayek, "por encima de todo un proceso de formación de opinión". Por lo que podemos derivar que la democracia es un sistema de discusión inteligente para llegar a acuerdos por la regla de la mayoría.

La primera de las superioridades de la democracia, sobre cualquiera otra forma de gobierno, consiste en el procedimiento para determinar entre las opiniones en conflicto. La democracia usa el procedimiento de contar las opiniones a favor y en contra y hace prevalecer la opinión de la mayoría. Hasta ahora, ese es el único medio descubierto, para llegar, cada cierto tiempo, a un cambio pacífico. Es función de la democracia, lograr la paz y evitar la subversión violenta.

En la democracia, debe entonces el gobernante tener presente tanto sus límites como sus alcances. Años, muchos años atrás, como investigador y profesor universitario, había plasmado en el libro "Al Progreso por la Libertad", mis ideas acerca de cómo diferían las actuaciones de las personas según sus roles y cómo pensaba debía actuar un gobernante dentro de un régimen democrático.

Decía que "al pensador, al humanista, al intelectual, al político, le corresponde abrir opciones, señalar ideales, y explicar cambios posibles a sus contemporáneos, para una mejor realización en sociedad de las aspiraciones de sus conciudadanos. Asimismo, convencerlos sobre los beneficios de las nuevas instituciones, e indicar las modificaciones al orden en el que se desenvuelven los procesos económicos, políticos, sociales y culturales que permitan mejores realizaciones individuales y familiares. En fin, a ellos corresponde interpretar los hechos sociales, para que avance la sociedad en la ruta permanente de la búsqueda de perfección individual y comunitaria.

El gobernante, en cambio, está llamado a un mayor conservadurismo. La introducción de las modificaciones, debe corresponder a movimientos de opinión pública que las respalde; su ejecución debe conciliarse con el resto del orden cultural y jurídico que no se está cambiando. Los valores de la sociedad deben ser respetados por los cambios, ya que el orden mismo de una sociedad depende de la preservación de valores que a menudo no entendemos cómo producen sus resultados. Su papel consiste en moderar inclinaciones y opiniones personales, y encarnar los movimientos que las sociedades van desarrollando. Desde luego que la función del gobernante es también educativa en cuanto que ha de señalar posibilidades, comparar resultados y predicar el respeto a los valores, pero no con la libertad del pensador y del político, para "empujar hacia el cambio". Al gobernante corresponde conciliar cambio y tradición. Las metas, y los medios para alcanzarlas, que el político señala, el gobernante debe hacerlas compatibles con los valores de la sociedad y con las restantes instituciones y costumbres. Cuando el gobernante deja de estar limitado por los valores de los ciudadanos y por las restricciones de respeto a las esferas individuales e indeterminadas de libre acción de las personas, se convierte de servidor en soberano."

Mas la democracia moderna enfrenta una aparente ironía. Precisamente en su hora de mayor triunfo, cuando sus beneficios cobijan a más pueblos que nunca, el sistema democrático es cuestionado por sus propios beneficiarios, quienes se sienten insatisfechos con su institucionalidad.

Pero una mirada atenta, revela que esa aparente ironía no es tal. Al contrario, esa insatisfacción no hace más, en el fondo, que reafirmar y realzar la principal característica del sistema democrático: su capacidad de constante adaptación a las nuevas demandas y necesidades sociales. La democracia no es perfecta, pero es perfectible. Siempre puede y debe mejorarse.

Es aquí donde recordamos aquella definición de la política como el arte de lo posible. Pero que Vaclav Havel, en un bello discurso, nos dijo que la política podía ser también "el arte de lo imposible", "concretamente, el arte de mejorarnos a nosotros mismos y al mundo".

Hago estas reflexiones sobre la democracia, lo hago, porque de su análisis se derivan varios de los reconocimientos que ALACOP nos hace en este día. El primero tiene que ver con nuestro ejercicio de la democracia como un proceso de formación de opinión al decir de Hayek, en el que se discute inteligentemente para llegar a acuerdos por la regla de la mayoría y tratamos de conciliar cambio y tradición.

Por eso, Miguel Ángel Rodríguez, el profesor universitario de economía, tenía muy clara la trascendencia de los planteamientos de la modernización del sector de energía y telecomunicaciones, dentro del nuevo modelo de desarrollo que estamos gestando.

Miguel Ángel Rodríguez, Presidente de la República, elegido por los costarricenses como su representante, el gobernante, le correspondió retirar este proyecto de Ley conforme y respetuoso de la voluntad popular. Pero esto no significó, en ningún momento, que nos íbamos a cruzar de brazos, alegando que ya habíamos presentado la mejor solución, sino que con republicana humildad buscamos la mejor alternativa entre las que quedaron abiertas para llevar esa modernización a cabo y satisfacer las necesidades de los costarricenses en estos sectores.

De ahí que, cuando ALACOP reconoce nuestros esfuerzos por robuster nuestra democracia tras la situación vivida con el proyecto para la modernización y fortalecimiento del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE); lo que reconoce es la madurez de la cultura política de esta nación.

Al contarles sobre esta experiencia recuerdo un pasaje del libro Ética para Amador, en el que Savater relata la historia de un barco que lleva una importante carga de un puerto a otro. "A medio del trayecto", nos relata el filósofo, "le sorprende una tremenda tempestad. Parece que la única forma de salvar el barco y la tripulación es arrojar por la borda el cargamento, que además de importante es pesado. El capitán del navío se plantea el problema siguiente: "¿Debo tirar la mercancía o arriesgarme a capear el temporal con ella en la bodega, esperando que el tiempo mejore o que la nave resista?". Desde luego, si arroja el cargamento lo hará porque prefiere hacer eso a afrontar el riesgo, pero sería injusto decir sin más que quiere tirarlo. Lo que de veras quiere es llegar a puerto con su barco, su tripulación y su mercancía: eso es lo que más le conviene. Sin embargo, dadas las borrascas circunstancias, prefiere salvar su vida y la de su tripulación a la de salvar la carga, por preciosa que sea."

Sabemos que el sistema democrático puede y debe ser mejorado, pues es perfectible. Y que dos son, sin lugar a dudas, las principales demandas que se plantean para enriquecer y profundizar la democracia: mayor participación de la ciudadanía y sus organizaciones voluntarias en el análisis y toma de decisiones, por una parte; así como una mayor efectividad de las instituciones para responder a las necesidades cotidianas de las personas y de las familias, es decir a los retos de cotidianidad, por otra.

La extraordinaria importancia del Triángulo de Solidaridad, que ustedes hoy también nos reconocen, radica precisamente en su capacidad para conjugar esas dos transformaciones fundamentales en el sistema democrático que hoy demandan los pueblos.

El Triángulo de Solidaridad no solo constituye una nueva forma de gobernar que se basa precisamente en la activa participación democrática de toda la sociedad, pues vincula tanto al Gobierno central, como a los Gobiernos locales y a la comunidad y sus organizaciones voluntarias; sino que también contribuye a elevar la capacidad de los gobiernos locales y de las instituciones para satisfacer las necesidades de las y los costarricenses, en especial las de comunidades que por mucho tiempo han carecido de una atención adecuada y que, en consecuencia, afrontaban una profunda brecha en su desarrollo.

Por su filosofía y mecanismos de operación, que privilegian la participación de todas y todos los ciudadanos, sin distingo alguno, tanto en el análisis de las necesidades, como en la identificación y puesta en práctica de soluciones y en el ejercicio de mecanismos de control; por su capacidad para contribuir a brindar soluciones efectivas a las necesidades locales a partir de la cooperación entre el Gobierno Central, el Gobierno local y la comunidad; por la eficiencia y eficacia con que logra poner en práctica las respuestas a las necesidades sociales y por la descentralización profunda que representa; el Triángulo de Solidaridad comporta una profunda transformación en los métodos de gobernar, así como una efectiva estrategia para impulsar el desarrollo humano.

El Triángulo de Solidaridad no solo ha logrado calar profundamente en la sociedad costarricense, sino que ha trascendido en el ámbito internacional, al punto que países vecinos y en Sudamérica desean poner en práctica una estrategia similar y el Grupo Consultivo del Banco Interamericano de Desarrollo estudia la posibilidad de desarrollarlo como un programa regional.

La experiencia del Triángulo de Solidaridad confirma la capacidad de los costarricenses de contribuir, con arrojo, imaginación y creatividad, a mejorar sus vidas. Y hemos confiado en él, porque sabemos, siguiendo una vez más a Havel que "ni el mejor gobierno del mundo, ni el mejor parlamento, ni el mejor presidente pueden hacer mucho por sí solos. Así que sería un error esperar que un remedio general provenga de ellos únicamente. La libertad y la democracia significan participación, y por tanto, responsabilidad de parte de todos nosotros".

Nuestra idea de esa nueva concepción de la política que les mencionaba, esa que es el arte de lo imposible y nos permite mejorarnos a sí mismos y a nuestro entorno, nos ha llevado también a asumir con liderazgo una propuesta para que en el continente contemos siempre con Estados de Derecho fuertes, con democracias sólidas, participativas y representativas, en las que la sociedad civil, en su más amplia expresión, pueda contribuir cada vez más en el proceso de toma de decisiones, así como con un sistema de rendición de cuentas y de pesos y contrapesos al ejercicio del poder.

Además, esto lo hemos hecho porque creemos -con firmeza- que la democracia y el respeto a los derechos humanos deben ser el sustento político de la integración hemisférica que estamos llevando a cabo para impulsar el desarrollo económico y social de los pueblos del continente. Por el compromiso de los costarricenses con estas causas, nos sentimos realmente orgullosos de haber liderado una propuesta de reforma del Sistema Interamericano de Derechos Humanos en la recién pasada Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y que se haya aprobado en nuestro país la Resolución de San José, la que recoge los principios y mecanismos para proteger la democracia en el hemisferio. El texto final de la Resolución de San José será conocido como la "Carta Democrática", la cual estará lista para el conocimiento de la próxima Asamblea General Extraordinaria a celebrarse en Lima, Perú, en setiembre.

Nos anima también observar cómo, cada vez más grupos regionales suscriben otro logro de la política exterior costarricense, "la Cláusula Democrática"; la consiste en la posibilidad de excluir de los mecanismos de integración comercial a los países que no respetan el sistema democrático, tal y como lo han hecho la Unión Europea y el MERCOSUR. Y como también lo hemos hecho todos los países miembros del Grupo de Mecanismo de Diálogo y Concertación Tuxtla, que la suscribimos a mediados de este mes en El Salvador.

Cuando les decía al principio que este Premio que me otorga ALACOP esta tarde es un premio a la forma de ser de los costarricenses, se los decía porque hemos tenido siempre la virtud de buscar a través del diálogo el acuerdo. En este país nadie puede pretender el monopolio de la verdad. Somos humildes y aceptamos la pequeñez de nuestro entendimiento, y la necesidad de enriquecer nuestra verdad con la de los otros. Creemos en el diálogo. Dialogamos durante el Proceso de Concertación Nacional; dialogamos durante y tras el proceso de aprobación de los proyectos de Ley de energía y telecomunicaciones; dialogamos en las Mesas de Negociación del Triángulo de Solidaridad; en las negociaciones para suscribir los acuerdos comerciales, para adoptar la Cláusula Democrática en Quebec y Tuxla y para alcanzar los acuerdos para reformar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Dialogamos porque el dialogar es, como lo he llamado desde hace años, "LA SOLUCION COSTARRICENSE".

Premian ustedes hoy a Costa Rica. A este país de gente buena y sencilla, amable y tolerante, que ama su libertad, su democracia, su paz y continúa perfeccionando su sistema político. Premian ustedes, señores de ALACOP, la voluntad de un pueblo de practicar "LA SOLUCIÓN COSTARRICENSE."

Muchas gracias.


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