Discurso del Presidente de la República, Miguel Ángel Rodríguez, dado en la CEPAL sobre crecimiento y desarrollo humano

Santiago de Chile, 10 de octubre del 2000

Muy buenos días

Es un placer compartir con ustedes esta mañana y la presencia de cada uno de ustedes aquí que tanto agradezco, para departir sobre temas fundamentales para nuestros pueblos.

Uno de ello es la pobreza, que se nos presenta como una triste constante de nuestra América Latina, como aquel personaje presente en el drama de nuestra historia que señala la magnitud de nuestro fracaso frente a la creación y distribución de riqueza que necesitamos para el mejoramiento de los niveles de bienestar de las poblaciones del continente. Entramos pues al Siglo XXI con ella presente y su presencia nos obliga a mantener el compromiso de erradicarla.

La pobreza es un problema ético, por su puesto. Es un problema en el cual tenemos que tener un compromiso personal para enfrentar la tristeza de que familias humanas tengan niveles de consumo que no son correspondientes a sus niveles de dignidad como seres humanos. Pero es también un problema científico. No bastan las buenas intenciones; es más, tal vez una de las principales culpables de la pobreza en América Latina son las buenas intenciones, equivocadas a través de muchas décadas. Políticas económicas y sociales que no contribuyeron a producir la erradicación de esa tragedia. Por eso tenemos que ver también el tema de la pobreza como un tema científico, como un tema de análisis. Cuáles son sus causas? Cuáles son las acciones con las que podemos enfrentarla y superarla? Cómo organizar las políticas públicas y la producción ante esa realidad?

Para compartir con ustedes hoy voy a referirme a tres aspectos de acciones públicas relacionadas con la pobreza. La primera tiene que ver con el crecimiento de la producción, la segunda tiene que ver con los programas universales de formación de capital humano y la tercera tiene que ver con los programas focalizados de compensación de la pobreza.

Evidentemente, aunque no siempre ha sido así reconocido, el elemento indispensable para enfrentar la pobreza es la producción de riqueza. El crecimiento de la economía se convierte en un sine qua non para poder tener la posibilidad de que las personas con bajos niveles de consumo puedan tener acceso a los recursos que les permitan altos niveles de consumo. Tenemos claramente establecido de que si no tenemos tasas de crecimiento de la producción por habitante no menores al 3%, difícilmente podremos disminuir la pobreza. Y que además el aumento de la producción no se trata de un fenómeno pasajero, no se trata de una inflexión de unos pocos años; sino que se trata de períodos largos, durante los cuales requerimos mantener el crecimiento económico.

Durante los años setenta y ochenta, los que trabajábamos en la Academia y los que pensábamos sobre estos temas en América Latina teníamos muy claro el problema. Veíamos las realidades del proteccionismo y de los desequilibrios en los que vivían nuestras economías, y podíamos sacar rápidamente las conclusiones de lo que tenía que cambiarse para lograr tasas de crecimiento más aceleradas. Comparábamos lo que estaba pasando en nuestros países con lo que había pasado en Asia y encontrábamos las diferencias abismales en las tasas de crecimiento que habían cumulado nuestras economías y que en los mismos períodos habían cumulado los tigres asiáticos. Y veíamos entonces que con transformaciones importantes en las políticas económicas se podían tener resultados importantes de crecimiento continuado, que nos permitieran enfrentar el tema de la pobreza.

O hay duda de que pobreza con un promedio de ingreso de veinte mil dólares es muy distinta a la pobreza con un nivel de ingreso promedio de 4.000 o de 3.000 o de 1.000 dólares y que la creación de riqueza es un medio indispensable para la solución de esa pobreza.

El proteccionismo lo encontrábamos en los mercados de nuestros países tanto en lo cerrado al comercio internacional, con altas barreras arancelarias y altas barreras no arancelarias; como en una serie de limitaciones a las transacciones internas, limitaciones a la competencia en los mercados internos, muy manipulados por las políticas públicas de precios mínimos y máximos, de cuotas, de cantidades, de diferenciales de impuestos, de excenciones de impuestos… toda una gama de posibilidades que nos establecía en nuestra América Latina economías extremadamente ineficientes en la asignación de los recursos económicos, con dificultad para tener un dinamismo de competencia y de creación de riqueza.

Por otro lado estos fenómenos eran acompañados por recurrentes déficit fiscales, por situaciones que entonces ponían la presión sobre las balanzas de pago, donde teníamos déficits en el comercio exterior de nuestros países, con problemas de poca generación de ahorro; todo lo cual hacía que los fenómenos y el ambiente macroeconómico en el que vivían nuestras economías, difícilmente podían propiciar tasas de crecimiento acelerado y eficiente. Y cuando teníamos países que podían tener tasas de crecimiento acelerado, las situaciones de inflación en que vivían y la falta de posibilidades de participación de la gente en los mercados, llevaba a que se produjera una gran desigualdad y un poco participación de grandes conglomerados sociales en la producción de la riqueza.

Veíamos entonces, en esa época, con cierta facilidad la necesidad de las transformaciones y nos poníamos a pensar en lo diferente que estaba ocurriendo en Asia o en Europa con la integración económica, de lo que pasaba en nuestra América Latina, donde no lográbamos avanzar más que en la retórica de la integración, con muy pocos avances concretos. Y pensábamos en las razones de esas diferencias. Cómo Europa después de la guerra se encontró con países vencidos, donde sus grupos industriales y sus grupos de poderío económico habían quedado destruidos, y con países ocupados durante ese período, que también habían sufrido la destrucción y el debilitamiento de sus grupos internos industriales. Esto permitió, al término de la guerra, que surgiera una idea de competencia en Europa, y no dentro de cada país, y que no hubiera grupos de poder económicos que tuvieran la fuerza capaz de impedir que se estableciera ese mercado más amplio, defendiendo mercados protegidos específicos.

Todo lo contrario de lo que había pasado en América Latina. Américas Latina en los años treinta, los años de la Gran Depresión, produjeron una disminución de las corrientes comerciales y frente a esa disminución grupos industriales de los distintos países, especialmente en los más grandes, empiezan a poder producir. Luego viene la guerra, que disminuye también las posibilidades del intercambio con mercados que no estaban funcionando, y esos grupos locales de producción de bienes se desarrollan y cuando termina la guerra tienen un gran poderío económico. Entonces cierran los mercados y se inventan las doctrinas para defender esa política, aunque en realidad era una defensa de intereses comerciales y empresariales muy importantes; y se da una situación de política económica totalmente distinta en América Latina, que en Europa. En Europa grupos sin poderío para defender sus mercados y acá los grupos económicos con poderío para defender su mercado, y así lo hicieron.

Y eso nos condujo a esa historia. Esto es lo que veíamos, esto es lo que entendíamos en los setenta, en los ochenta y veíamos las posibilidades de los cambios. Y se dieron esos grandes cambios. El grado de la apertura comercial de los países de América Latina, hoy comparado con hace veinte años es un cambio del cielo a la tierra. Aranceles generalmente mucho más bajos, eliminación de sistemas de cuotas, de permisos y de licencias de importación, conformación de grupos comerciales, tratados de libre comercio, Mercosur, Nafta, Caricom, un mercado común centroamericano, un grupo andino. Toda una red de apertura de mercados y un cambio gigantesco que se da en toda la región.

Al mismo tiempo se adquiere una responsabilidad fiscal importante después de las crisis de los años ochenta, que nos permite, con una responsabilidad monetaria que también se obtiene, y donde los Bancos Centrales van ganando mayor autonomía en la región, dejando de ser tan controlados políticamente; y con el aumento de los flujos de capital financiero internacional, hacer economías muchos más disciplinadas, con políticas muchos más ortodoxas en al campo fiscal, en lo monetario, sistemas cambiarios más transparentes, reformas a los sistemas de ahorro interno –la gran contribución chilena de los sistemas de pensiones y de previsión-, reformas que se dan en toda América Latina en este sentido y el fortalecimiento de los medios de supervisión bancaria. Todo eso nos lleva a un desarrollo de los sistemas financieros importante, que promueve un aumento en la generación de ahorro de la región.

Entonces veíamos los problemas, teníamos una serie de medidas y hubiéramos pensado que íbamos a tener tasas de crecimiento altas continuadas. Y la realidad es que no las tenemos. Casos excepcionales en América Latina de unos cuantos países; como Chile, por ejemplo, pero en realidad las tasas de crecimiento que hemos mantenido en los últimos años en general no corresponden a la magnitud de las transformaciones que se han realizado y a las expectativas que teníamos sobre esas transformaciones.

Y creo que adicionalmente nos hemos encontrado con otro fenómeno que en aquellos años setenta y ochenta no pensábamos que se nos iba a producir, y es el que en algunos casos, en las economías en las que sí ha habido tasas de crecimiento aceleradas, estas han sido acompañadas de niveles de desempleo relativamente altas, con lo cual los problemas de distribución de la riqueza y de disminución de la pobreza no han tenido todo el impacto que debieron haber tenido.

Qué pasa? Qué nos ha ocurrido? Por qué hemos tenido esta circunstancia? Yo creo que este es uno de los campos en los cuales CEPAL y las organizaciones de pensamiento económico de América Latina más deberíamos, con validez científica, dedicarnos a trabajar en analizar. Pero yo puedo adelantar algunas razones.

Hemos tenido crisis financieras, como la mexicana en 1995, la asiática y brasileña del 98, y sin duda estos fenómenos han tenido un impacto negativo en las posibilidades de crecimiento de nuestras economías. La otra cosa que también es cierta es que cuando los países hoy desarrollados del Asia estaban en su proceso de crecimiento, ellos eran los países que se estaban abriendo –no había una gran cantidad de países que lo estaban haciendo, eran sólo ellos- y eran ellos los que tenían ventajas comparativas en la producción de bienes intensivos en el uso de trabajo.

Hoy que los países latinoamericanos nos estamos abriendo, se está abriendo el mundo entero. Se abre China, se abre la India, y no somos nosotros los que tenemos ventajas comparativas en la producción de bienes intensivos en trabajo, sino que las ventajas competitivas están en esos grandes mercados asiáticos, donde los niveles de remuneración son mucho más bajos que en América Latina y donde entonces la industria liviana, que fue parte muy importante de el proceso de crecimiento de Taiwán, Corea y Singapur en una etapa inicial de su desarrollo, no es la ventaja la que tenemos los latinoamericanos para tener ese tipo de empresas. Y eso sin duda uno de los problemas adicionales que tenemos que considerar en la necesidad de mantener tasas de crecimiento aceleradas.

Eso hace que el tipo de industria en el que tenemos ventajas, el tipo de servicios y de actividades, son más complejas que las que inicialmente le dieron sustento al rápido crecimiento de esas otras economías en los años sesentas y setentas. Y al ser otras las condiciones, las ventajas comparativas que tenemos y los sectores en los que las tenemos, eso significa que necesitamos un mayor capital humano para poder ser competitivos y un mayor capital institucional; y tal vez sea eso uno de los tipos de capital a los que no le hemos dado suficiente atención en la complementariedad de los distintos capitales. Un sistema institucional que funcione, que dé tranquilidad, que permita mejor la resolución de los conflictos, que defienda bien los derechos de propiedad, etc, y que es mucho más sofisticado y complicado de lo que se necesita para la producción de bienes intensivos en trabajo, como los que dieron origen inicialmente a esas transformaciones de los tigres asiáticos.

Esto además, en estas condiciones, nos lleva a que en determinadas situaciones tengamos tasas de crecimiento muy desbalanceadas, donde sectores modernos de la economía se vuelven los dinámicos y son los que tienen capacidad de atraer inversión y de tener un crecimiento acelerado, pero están poco relacionados con los otros sectores de la sociedad y esto nos da el fenómeno de la coexistencia del desempleo con tasas de crecimiento acelerado en ciertos sectores. Además, y esto se va a ir haciendo más complicado conforme pase el tiempo; conforme vayamos disminuyendo los niveles de pobreza en los países, el nivel que va quedando se va convirtiendo en un nivel más difícil de enfrentar. Los pobres ancianos, los pobres con discapacidad, los pobres más aislados, los que viven en condiciones mucho más difíciles para poderlos introducir dentro del mercado de la producción.

Estas dificultades nos han afectado de distinta manera a distintos países. Costa Rica, como decía ahora el señor secretario general Ocampo, ha sido de los países que ha tenido un poco de mejor crecimiento, o de menos mal crecimiento diría yo, en los últimos quince años. Mejor crecimiento es si hubiéramos estado por encima del 6% con la tasa de crecimiento de nuestra población; porque deberíamos estar optando por estas tasas de crecimiento para de verdad poder tener un efecto importante en la disminución de la pobreza. No hemos llegado a esos niveles. Hemos estado más bien entre 4,5 y 5 por ciento en períodos más o menos largos. Claro, tenemos ahora un período 98-99 en que crecimos en dos años un 15,5 por ciento y ahí tenemos tasas de crecimiento muy aceleradas, pero no las hemos podido mantener por períodos prolongados de tiempo.

Costa Rica ha tenido ventajas en este período. A principios y mediados de los ochenta nos fuimos a un sistema de subsidios a la exportación, de promoción activa de las exportaciones, nos encontramos con la ampliación de mercado de que nos dio la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, que nos permitió tener acceso en condiciones preferenciales al mercado de los Estados Unidos, lo que dio dinamismo a un nuevo sector de exportación; tuvimos éxito en la creación de un régimen de zonas francas, que han venido atrayendo inversión externa; y hemos tenido un crecimiento importante de la inversión externa directa en el país. Tuvimos a partir de los ochenta un boom de universidades privadas y hay una gran generación y formación de profesionales, que permiten dar una oferta de una mano de obra diferenciada.

De manera que fue una visión totalmente distinta que generó el desarrollo de conocimiento técnicos importantes en el país y que nos ha permitido entonces crecer primero con industrias relativamente livianas en vestimenta y en textiles; luego con ensamble de electrónica, para posteriormente pasar a empresas de alta tecnología y a producción de software, lo cual ha ido haciendo una transformación muy grande en la estructura productiva del país. El año pasado el 38 por ciento de las exportaciones costarricenses fueron de empresas de alto contenido tecnológico y de artículos con alto contenido tecnológico y nos convertimos en el exportador más alto per cápita de América Latina. De manera que hubo ahí una transformación muy grande.

El reto que tenemos para el futuro en Costa rica es cómo poder seguir creciendo aceleradamente. Parte de ese crecimiento depende de continuar ofreciendo una mano de obra con calificaciones para poder seguir desarrollando sectores más sofisticados de la producción nacional, lo que nos obliga a ampliar la cobertura de nuestra educación secundaria, a profundizar la enseñanza tecnológica en el país, a continuar en el proceso de informatización del país; campos en los cuales estamos actuando como ahora les contaré.

También contamos con algo que fue un empeño costarricense de lograr con Estados Unidos un fortalecimiento de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, que fue aprobado este año y que nos vuelve a hacer competitivo como país en la industria de vestimenta sofisticada. Y no en la vestimenta sencilla, pero en vestimenta donde se necesita mano de obra más especializada, más cuidadosa para producir artículos de mayor valor y donde se nos vuelve a abrir un sector importante de producción hacia adelante, que utiliza otra segmento de educación de la mano de obra.

Tenemos al mismo tiempo un crecimiento importante del turismo. El año pasado llegamos ya al millón de turistas y este año estamos aumentando aceleradamente el ingreso de turistas. Hay proyectos de inversión muy importantes en el sector y esto nos da el acceso a otro tipo de mano de obra y en otras zonas del país, donde hay más pobreza, que están más alejadas, donde hay más concentración de la pobreza, de manera que esto nos permite equilibrar los flujos de crecimiento. Y estamos entrando en un campo en el cual el país no había tenido anteriormente experiencia y es en el de concesión de obra pública, que nos va a permitir también atraer inversión externa en el campo de la construcción de la infraestructura nacional y nos va a permitir aumentos importantes en el sector de la construcción; de nuevo utilizando mano de obra menos calificada.

Para el país esto es importante, porque además en los últimos diez años Costa Rica ha absorbido una proporción que puede representar entre un 12 y un 15 por ciento de nuestra población, como nuevos migrantes de esta época, que han llegado sobre todo de Nicaragua; principalmente personas con muy poca capacitación laboral, que han tenido pleno acceso a los sistemas de salud, educación, a las personas de las leyes laborales costarricenses, por lo que no se ha deteriorado las condiciones laborales de los trabajadores locales, y que han sido absorbido por una economía que, según nuestra última medición, está por debajo del 6 por ciento de desempleo. Así que mantiene tasas muy bajas en este sentido, a pesar de la gran proporción de aumento de la población laboral que se ha tenido con los procesos migratorios.

Evidentemente el país, para poder continuar en ese desarrollo, necesita seguir ofreciendo cada vez una mayor competitividad internacional. Ahí el país ha tenido ventajas en su desarrollo institucional, que como decía el señor secretario general, son un Estado de Derecho, un sistema de propiedad bien definido, una sociedad tolerante, tranquila y relaciones laborales muy pacíficas. Seguir defendiendo este desarrollo institucional del país, seguirlo profundizando y mejorando, es fundamental para el país para poder seguir teniendo crecimiento acelerado.

Necesitamos también actuar en los mercados en el campo internacional para poder propiciar un clima internacional más adecuado. Yo creo que para los próximos años y después del fracaso de la Ronda nueva de la Organización Mundial del Comercio, que debió haber sido lanzada después de Seattle, los países latinoamericanos tendremos que continuar trabajando para enfrentar el proteccionismo agrícola, sobre todo de los países europeos y asiáticos, para poder abrir mercados, para evitar que se deterioren los mercados internacionales para la exportación y para poder, de esa manera, tener dinamismo en sectores productivos, que nos permitan ir equilibrando las demandas de mano de obra en los distintos sectores y evitar los crecimientos con desempleo.

Creo que uno de los elementos importantes que tenemos que aprender de esto es que la globalización, si logramos fortalecerla y si logramos abrirnos mejores oportunidades para penetrar en los mercados, nos da acceso a tasas de crecimiento más aceleradas y nos puede permitir entonces enfrentar la pobreza y creo que esto significa que debemos ir pensando en como volver a lanzar una ronda de la OMC para entrarle a los temas de protección por parte de países que daño especial nos hacen países especialmente a nosotros y debemos continuar, mientras tanto, en la promoción de tratados de libre comercio entre nuestros países y avanzando en la configuración del ALCA, para el hemisferio como la forma eficiente final de generar un mercado adecuado para nuestros productos.

El segundo elemento, después de este que es indispensable y sin el cual no hay nada; todas las demás cosas son muy buenas, pero si no tenemos crecimiento, ninguna de las otras cosas nos permite enfrentar la pobreza; el segundo elemento es la formación de capital humano.

Tal vez la mejor forma como he visto yo esto expresado es en una frase de Juan Pablo II en la celebración del día del trabajador en 1998 en una fábrica de cristales en el norte de Italia, que dijo que, para resolver la pobreza, nos deberíamos basar en las capacidades productivas de los pobres. Y yo creo que esta es la visión importante que debemos tener en el campo de la formación de capital humano. Evidentemente no se trata de defender a los pobres del mercado, como equivocadamente en algunas ocasiones, algunos pensadores han creído. No. De lo que se trata es de abrirles a los pobres el acceso a los mercados. Esa es la manera realmente eficiente de ayudar a los pobres a salir de la pobreza.

Costa Rica desde el Siglo XIX se dedicó de forma especial a estos programas universales de generación de capital humano en tres áreas fundamentales. La primera fue la construcción de su Estado de Derecho, de su sistema de inversión en capital institucional, que nos hace ser la más antigua democracia del continente, con una trayectoria casi ininterrumpida de transiciones pacíficas, con un sistema judicial independiente, con sistemas de defensa de los derechos bastante eficientes. Esto es fundamental para que en un país se puedan dar las condiciones que le permitan a todas las personas incorporarse a los procesos productivos. En segundo lugar el tema de la educación. Costa Rica le dio una dedicación muy importante en el Siglo XIX al desarrollo del proceso educativo. Ya para finales de ese siglo estabamos entre los primeros dos o tres países en América Latina en índices de educación, lo mismo que en índices de salud, que fue el otro tema en el que también, desde el Siglo XIX, Costa Rica le dedica sus recursos.

Esta dedicación de los recursos a estos sectores, que son una base fundamental del éxito del modelo de desarrollo de costarricense, con las limitaciones enormes de poca producción de riqueza, pero un desarrollo humano bastante alto en comparación con los niveles de bienestar económico; se fundamenta esa realidad en estas políticas universales de formación de capital humano por períodos muy largos. Por supuesto que no todo ha sido éxitos. También tenemos nuestras historias de fracasos y de errores en estos campos. La más reciente y la más dolorosa fue en los años ochenta, cuando en los tres sectores, de educación, de salud y de desarrollo institucional, el país sufrió y manejó mal sus recursos nacionales. Tal vez la manera más evidente de verlo es en el campo de la educación, pues en el año de 1980 Costa Rica tenía una escolaridad del 60% en secundaria. Estábamos bastante por encima del promedio de esa época de América Latina, éramos uno de los países líderes en escolaridad en secundaria. En el año 90 habíamos bajado ese 60% a un 49%. Habíamos perdido una sexta parte de la cobertura de nuestro sistema educativo.

Esto se produce por esas cosas de política económica. Los grupos poderosos no son los pobres, sino las clases medias y los grupos altos. A las universidades públicas no se les bajaron los ingresos, sino que se les mantuvieron creciendo, al tanto que se le quitaban los recursos a la escuela primaria y a la secundaria, y eso nos hizo caer principalmente en la cobertura de secundaria. Hemos venido en un proceso de recuperación, que se inició en los noventa. Para el año 97 habíamos subido a un 57 por ciento; pero todavía no habíamos recuperado los niveles del año 80 y parta este año estamos prácticamente en un 71 por ciento, de manera que hemos tenido un crecimiento extraordinario en los últimos dos años. El Gobierno se ha dedicado a priorizar el gasto, especialmente en educación, para, a través de programas de recuperación y nuevas técnicas como el colegio virtual, la telesecundaria y el incremento masivo en los programas de becas y de subsidios para los desertores, en programas en los que se ha logrado un crecimiento muy considerable.

Estamos logrando también un aumento marcado en la matrícula de preescolar, andamos atrás de Chile, pero este año ya alcanzamos un 83 por ciento de escolaridad en preescolar; lo que nos coloca también en un nivel relativamente adelantado. Y hemos estado trabajando fuertemente en la parte de calidad de la educación, que se vuelve cada vez más demandante. De 73 mil personas en primaria cubiertas con programas de informática en el año 98, actualmente andamos en unas 280 mil. O sea que hemos multiplicado por cuatro el acceso a computadoras. Ya estamos, como les digo, en un 53 por ciento de cobertura en primaria pública, aunque lógicamente en la primaria global es de mucho más. Y en secundaria andamos en un 85 por ciento de cobertura.

Ahí hemos seguido creciendo, al igual que seguimos creciendo en otra cosa que senos ha convertido en una herramienta de aprendizaje muy valiosa, que es el inglés. Cada vez tenemos más escuelas y colegios públicos con enseñanza de este idioma, porque alguien con informática e inglés tiene un buen puesto. Ya no necesita mucho más que eso para poder tener un buen puesto dentro de las posibilidades productivas de la nueva economía que se está desarrollando en el país.

En el área de salud, y ciertamente aquí yo quisiera rescatar también lo que señaló el secretario general Ocampo, en un proceso que lleva tres gobiernos, hemos venido haciendo una transformación que hace que la Organización Mundial de la Salud nos coloque en los dos primeros lugares en América Latina en cuanto al desarrollo de nuestro sistema de salud. Tenemos la expectativa de vida más larga de Latinoamérica y tenemos una mortalidad infantil que la estamos bajando. La hemos bajado un 17 por ciento, a pesar de que la teníamos en un 12 por mil, que ya es relativamente baja. Y ahora estamos en un 11,3 y este año andaremos apenas un poco por encima del 10 por mil, si se mantienen los números del primer semestre.

De manera que hemos podido seguir mejorando esto. También hemos cambiado el sistema de gestión, hemos dado más autonomía a los hospitales, hemos creado Juntas de Salud con representantes de los empresarios, de los trabajadores, de la comunidad, con limitaciones presupuestarias que ahora se aplican a nivel de los centros mismos de gestión y no de la cúpula de la organización de la seguridad social. Tenemos los niveles más altos de cobertura de atención hospitalaria de Latinoamérica, de manera que es un sector que ha venido desarrollándose bien. También este sector sufrió durante los ochentas y en buena medida esta transformación que estamos haciendo y que tiene como base fundamental el crear un nivel primario de salud muy cercano a la gente, donde se reúne le preventivo, el fomento de la salud y lo curativo; este esquema se tuvo que montar porque también en los ochenta se bajó el gasto en salud primaria y se subió en salud hospitalaria. Y entonces también tuvimos el mismo efecto de quitarle el gasto en salud que iba a los más pobres y dejarlo en lo que iba a los más fuertes, que es lo que usualmente ocurre cuando se economiza y los grupos de poder determinan qué es lo que se economiza. Y al final los que pagan la cuenta son los más pobres.

Y también en ese período se deterioró nuestro sistema institucional. El país no ha sido inmune a la pérdida de prestigio de las instituciones partidistas, democráticas, del parlamento, de los políticos, mucho de lo cual viene de esta crisis de los años ochenta, de los problemas de empobrecimiento que se vivieron en esa época y de las dificultades de reacción de las organizaciones políticas para tomar acuerdos nacionales.

Ahí también hemos tratado de mejorar la respuesta institucional y el capital institucional del país en distintos frentes. Por una parte, a nivel local estamos trabajando con lo que llamamos el Triángulo de la solidaridad, que es un mecanismo para lograra consensos y acuerdos a nivel regional entre el gobierno municipal, las instituciones nacionales y las organizaciones comunal, que ha resultado en un experimento muy exitoso. No es un fondo, no es que tiene plata para hacer cosas; es que va y organiza a las comunidades, a la municipalidad y a las instituciones nacionales para que se tomen decisiones con las fuerzas locales sobre cuáles son las obras que se deben llevar adelante en cada una de las comunidades y luego se obtienen los compromisos de las instituciones nacionales y municipales de la entrega de recursos y se ponen fiscales ciudadanos que le dan seguimiento a estas decisiones para asegurarse de que se vallan realizando.

Ya tenemos un 80 por ciento del país cubierto por mecanismos de este tipo. Lo empezamos en las zonas más pobres del país y hemos ido cubriendo los cantones más pobres. Ha sido un mecanismo que nos funciona especialmente en las áreas rurales más eficientemente que en las zonas urbanas, porque hay más sentido de comunidad, que ha permitido con mayor facilidad se ha logrado esto.

Otra cosa en la que estamos avanzando es en el establecimiento de un sistema de rendición de cuentas. Nosotros, de las muchas cosas malas que hicimos por muchos años fue que no generamos una conducta de rendir cuentas y de analizar los costos de lo que hemos hecho. Cuando yo llegué al Congreso como presidente, en el año 91, me encontré que desde el año 49 la Constitución establecía que la Contraloría mandaba una liquidación de los presupuestos a la Asamblea Legislativa y que decía que la Asamblea debía estudiarla y analizarla, pero nunca se había hecho nada en 42 años de existencia de la Constitución. Y apenas en ese año empezamos a establecer un mecanismo para analizar los resultados presupuestarios. Los manejábamos como país como una sociedad cuya asamblea de accionistas nunca estudia los balances de resultados, sino sólo los presupuestos. Y por supuesto que una sociedad que actúa de esa manera quiebra. Los países no quiebran, pero cometen muchos errores cuando no tienen procesos adecuados de rendición de cuentas y de evaluación.

Hemos introducido estos elementos con mucho éxito en un programa que se comenzó a hacer con colaboración del BID y en el que estamos teniendo ya este año cuarenta instituciones públicas con compromisos formales y medibles en términos de bienestar para los ciudadanos, de cosas reales para la gente y con mediciones de resultados trimestrales y reportes anuales públicos y transparentes de cuáles han cumplido y cuáles no. Y eso es un cambio también para esta recuperación del sistema institucional. Henos cambiado la distribución del gasto público. En los tres años en los que hemos preparado presupuestos en esta Administración, se ha fortalecido el gasto en educación, en infraestructura, en salud, en seguridad ciudadana y en programas sociales, y todo el resto del gasto ha bajado en términos absolutos fuertemente. Es decir que hemos disminuido y redirigido el gasto dentro del sector público para poder atender los programas prioritarios del país.

El tercer área para enfrentar la pobreza son los programas de compensación y aquí en realidad yo diría que son programas que tienen dos características muy especiales. Una es que están focalizados; son programas que van directamente para la gente que está en pobreza. Y la segunda es que son asistenciales, van a ayudar a la gente para poder sobrevivir su pobreza, para poder tener niveles de bienestar mayor, a pesar de la baja de ingresos que tienen; o que dan estímulo especial a sectores que pueden convertirse en más productivos. Entonces yo diría que tienen que estar más focalizados o a los más pobres, o a los potencialmente más productivos. Y esa debe ser la razón de la focalización.

Encontramos con programas importantes en el país, que se estaban manejando en esta dirección, pero programas con muchos problemas. El primero de los informes del PNUD sobre desarrollo humano ponía a Costa Rica como ejemplo de algo mal hecho. Decía que en Costa Rica teníamos un porcentaje del producto destinado a los pobres más o menos adecuado con las comparaciones internacionales, pero que llegábamos a eso de una manera muy inadecuada y muy ineficiente. Tomábamos muchos recursos del sector productivo y se los pasábamos al Gobierno, tomábamos una cantidad más o menos normal de recursos del Gobierno para pasarlos a programas sociales, pero tomábamos muy poco de los programas sociales para pasárselo a los pobres. Clientilismo, utilización política de los programas, muchos programitas, ingresos destinados a objetivos predeterminados, sin ninguna flexibilidad para ajustarlos a metas o a resultados, falta de evaluación de los programas, alto porcentaje de costo administrativo, carencia de especialización institucional, ineficiencia por lo tanto del manejo institucional, eran las características de los programas sociales que nos encontramos.

Teníamos, por ejemplo, un sistema de pensiones que llamamos no contributivas para ancianos pobres, con unas 65 mil pensiones de este tipo en el país. Según nuestros índices con eso nos debería haber alcanzado para cubrir a todos los ancianos pobres del país, pero más de la mitad no estaban cubiertos porque no iban a los pobres. Entonces ese era el tipo de cosas que teníamos y tenemos todavía; sistemas de alimentación que no hemos logrado mejorar y estamos todavía en estudio de eso, que van para todos los estudiantes. Entonces no le damos lo suficiente a los más pobres, que podrían utilizar más alimentación. Tenemos un problema serio en el manejo de todos estos programas.

Qué hemos hecho? En primer lugar revivimos un programa de los años 90-94, que es un censo de pobreza que lo hemos hecho con las universidades, para tener una visión objetiva y clara, no manipulada, de la evaluación de cada uno de los hogares. Y con esto estamos redirigiendo los recursos de becas, de pensiones, de programas de subsidio de vivienda, que ahora están yendo realmente hacia los sectores más pobres de la sociedad. En segundo lugar establecimos mecanismos de evaluación, incluso con la participación directa del Presidente y con el sector social, evaluamos bimestralmente el cumplimiento de los distintos programas sociales en relación a sus resultados y tomamos medidas para dirigir más o menos recursos a los programas según el éxito que están teniendo. De manera que haya un incentivo para los administradores de esos programas. Hemos especializado las instituciones. Antes teníamos una institución que lucha contra la pobreza, el IMAS, que le daba recursos a los hogarcitos para niños, y teníamos una institución encargada de la niñez, que era el Patronato de la Infancia, que también daba estor recursos y el Ministerio de trabajo también lo hacía; ahora todo va a la institución de niñez, si es para trabajar con el voluntariado de niñez, o las instituciones específicas de que se trate, cambiando esta situación.

Hemos concentrado los programas. Menos programas, pero de más envergadura, de más impacto. Por ejemplo nos encontramos de que además del gran problema que teníamos en la conformación social del país con el problema que se nos había hecho en la cobertura de secundaria, nos encontramos con que el país se había quedado muy atrás en programas de estímulo para niños menores de cinco años que, como sabemos, es uno de los temas más importantes para romper el círculo generacional de la pobreza, hacer que las familias pobres estimulen mucho a sus pequeños para que desarrollen su inteligencia y su sociabilidad y tengan la capacidad de ser mucho más productivos después. Entonces juntamos todos los programas de este tipo en un programa que hemos llamado De la Mano, donde estamos concentrando todos los recursos para incentivar a las madres para manejar este tipo de programas y para darles más estímulo.

Aquí realmente estas tres áreas de crecimiento, de formación de capital humano y de compensación se ayudan mutuamente. Si tenemos crecimiento vamos a poder tener más financiamiento para programas de capital humano y más financiamiento para la compensación; si tenemos mayor formación de capital humano vamos a poder tener más crecimiento y al tener más crecimiento vamos a tener mayor financiamiento para los programas; si logramos eficientemente dirigir los recursos de compensación a los programas para las familias pobres, estas, que empiezan a tener mayores niveles de bienestar empiezan a motivarse a la producción e incluso a desarrollar posibilidades productivas, con lo que se fortalecen las posibilidades de crecimiento.

Hasta ahora Costa Rica ha sido un ejemplo de desarrollo humano, con bajo crecimiento económico. El reto que tenemos es lograr ahora mayor desarrollo humano, con eficiencia y con progreso económico. Para eso confiamos que las condiciones de la Nueva Economía nos darán oportunidades de ser exitosos en esta nueva etapa del desarrollo nacional. Pero como compartía con ustedes al principio, creo que todavía tenemos muchos problemas técnicos y científicos sin resolver, para asegurar que nuestros países puedan tener por períodos largos los niveles de crecimiento adecuados para vencer la pobreza y muchas acciones de buena administración de gobierno que realizar, para que los programas de formación de capital humano y los programas de compensación de la pobreza se puedan llevar adelante de manera tal, que les saquemos el mejor resultado a los recursos que en ello invertimos. Y creo que CEPAL tiene un papel importante que cumplir en este campo, donde, reputo, es muy importante el compromiso ético, pero no basta. Donde necesitamos una respuesta rigurosa y científica.

Muchísimas gracias.


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