Eco del Mercado

Ecoanálisis Consultores Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. | Miércoles 03 julio, 2019

Dr. Miguel Angel Rodriguez Echeverria

Con justa razón estamos muchos preocupados por la desaceleración de nuestra economía con sus perniciosos efectos en desempleo, pobreza e informalidad. Nos han preocupado también las expectativas negativas sobre el futuro de la producción y el empleo de muchos actores económicos. Ahora lo estamos incluso más, por el clima de violencia verbal y hasta física que se ha desatado por la frustración de muchos sectores de la población que no se sienten atendidos.

Antes de hacer unas consideraciones sobre nuestra evolución reciente de la producción, permítaseme insistir en que el empleo y el crecimiento de la producción solo en pequeña parte lo determina directamente el gobierno. Su mayor aporte es la creación de incentivos que rompan las expectativas negativas y generen mayor inversión y consumo.

Se han dado pasos importantes, primero con la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Pública para eliminar riesgos de crisis financiera, y luego agilizando y aumentado la inversión pública, bajando tasas de interés y facilitando el acceso al crédito y eliminando algunos obstáculos regulatorios. Pero aún no se han quebrado las expectativas negativas y crece la efervescencia social.

Veamos ahora algunos datos con base en las series del Banco Mundial en dólares constantes de 2010. De 1960 a 2008 la tasa promedio anual de nuestro crecimiento fue de 4,79%, mayor a la de América Latina y el Caribe promedio que fue de 3,93%. Ese período incluye la gran crisis financiera que tuvimos a principios de los años 80, y llega hasta antes de la Gran Recesión. Si vemos ahora el período posterior a la recuperación de esa Gran Recesión de 2010 a 2018, nuestra tasa de crecimiento del PIB bajó a 3,75%. Además desde 2015 esa tasa de crecimiento se ha venido desacelerando y este año creo que difícilmente llegaremos a un 2,5%.

Esto significa que en esta última década hemos estado más de un punto porcentual (que es mucho) por debajo del crecimiento a largo plazo. Sin embargo por la desaceleración de los grandes países de nuestra área que son exportadores de productos primarios esa tasa siguió siendo mayor a la de América Latina y el Caribe que fue de 2,18%. Pero si comparamos con los países de SICA que están sujetos a efectos semejantes a los que nos afectan por cambios en los precios de los bienes de nuestro comercio exterior, se nos revela que en el largo plazo (1960-2008) crecíamos 2,88 puntos porcentuales más que ellos mientras que ahora (2010-2018) crecemos solo 0,42 puntos porcentuales más (la ventaja se redujo a solo una sexta parte).

Es evidente que no hemos aprovechado las oportunidades de crecer si nos comparamos con economías de más rápido crecimiento como Panamá, República Dominicana, Chile, Perú y Uruguay y con SICA. Todas salvo Perú más bien se han acelerado respecto a nosotros en este siglo. (Gráfico 1)

Para tener una idea de la capacidad del crecimiento para satisfacer las aspiraciones de la gente debemos ver el crecimiento de la producción por habitante, y acá en vez de desacelerarse en esta última década respecto a la tendencia de largo plazo, más bien se acelera. Así mientras de 1960 a 2008 el crecimiento del PIB per cápita fue de 2,2%, en los últimos años 2010 a 2018 subió a 2,6%

Esto se debe a dos razones. Por una parte ha disminuido el crecimiento de la población. Por consiguiente el PIB se divide entre una cantidad de habitantes cada vez menor, comparada con la que habría si se hubiese mantenido la tasa de crecimiento de la población. En segundo lugar -como lo comprueba el trabajo de Edgar Robles- en esta última década ha aumentado la productividad. Pero por no emplear a toda la fuerza de trabajo potencial hemos perdido la oportunidad de crecer el PIB per cápita aún más.

El aumento de la productividad también se puede comprobar con la evolución del PIB por trabajador, Gráfico 2.

En este gráfico se ve que ya desde 2005 Panamá nos sobrepasa. Por estar medido el PIB en términos de $ de similar poder de compra (Paridad de Poder Adquisitivo, PPA por sus siglas en inglés) se refleja también, además de la productividad por trabajador empleado, el efecto en el cambio relativo de nuestros precios internos respecto al resto del mundo. En nuestro caso se da un encarecimiento de los precios de los bienes y servicios no transables (ni importaciones, ni exportaciones, ni compiten con los bienes importados) producido por las entradas de IDE (que acelera el crecimiento futuro) y de financiamiento en $ principalmente para el gobierno en los últimos años (que por ser en gasto corriente no acelera el crecimiento) Por este efecto el monto real de bienes y servicios nuestros es menor al que indica la medida en dólares constantes.

Este encarecimiento, además del incremento en la desigualdad dado durante este siglo, del estancamiento de la pobreza y del crecimiento del desempleo y la informalidad, hacen que a pesar del crecimiento del PIB por habitante (ver Gráfico 3), una buena parte de la población sienta que no se han satisfecho sus expectativas.

A esta frustración se unen los temores por la entrada en vigencia del IVA y las reformas al impuesto de renta.

Además ha faltado al gobierno previsión, priorizar y actuar focalizadamente y con prudencia en el manejo de temas diferentes a la necesidad de enrumbar la economía hacia el crecimiento. Eso ha atizado la hoguera del descontento con manifestaciones de violencia verbal en las redes sociales y de violencia material en nuestras calles, que evidentemente no ayudan a resolver los serios problemas que debemos enfrentar.

Es hora de que el gobierno prevea, priorice y sea prudente. Es hora de que los ciudadanos seamos reposados, calmos y respetuosos en nuestras legítimas manifestaciones.

PhD. Miguel Angel Rodríguez

Socio Consultor Ecoanálisis

Fecha de publicación: 3-Julio-2019

Fuente: larepublica.net


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