Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y por eso... libres. Libertad sin escogencia no es libertad. Estamos condenados a escoger, y al hacerlo tropezamos con alternativas.
Cuando la escogencia es personal mis preferencias pueden ser consistentes, "racionales". Aunque aun en este caso encontramos el obstáculo inevitable de la ignorancia, salvo en las escogencias más sencillas y de menor profundidad temporal. Es muy sencillo escoger entre disfrutar ahora un helado de chocolate o uno de guanábana. Pero el caso es muy distinto si se trata de decidir la compra de un automóvil para los próximos siete años. Ni que decir cuando la decisión personal es sobre cónyuge o vocación.
Mucho más complejas son las disyuntivas en la vida social. Se trata de acciones cuyos resultados dependen aún en mayor medida de los demás, y por eso nuestra ignorancia sobre sus resultados es mayor.
En las decisiones colectivas rara vez podemos saber cuál es el resultado "mejor". Tampoco tenemos certeza de cuáles son los medios más eficaces para alcanzar esos objetivos. Y para colmo de males, ya hace más de cincuenta años Kenneth Arrow demostró que si se pretende respetar las preferencias individuales racionales, no es posible establecer un sistema de preferencias colectivas que también sea "racional" esto es, congruente.
En los gobiernos autoritarios esos problemas se dan, pero el autócrata hace de sus preferencias las preferencias sociales. Pero, ni siquiera en ese caso se pueden dejar de lado las preferencias de los súbditos. Si lo hace, corre el autócrata el riesgo de perder el poder.
En las democracias gobernar es más difícil. Se agrega la ignorancia de conocer la conformación de la coalición dominante que dé apoyo a los objetivos y a los fines que nos parezcan preferibles para la vida social.
Por eso la democracia depende de la discusión inteligente para que se resuelvan las disyuntivas con el concurso de la mayor cantidad de conocimiento posible. Y además, porque son racionales, la mayor parte de las personas que obtiene poco beneficio personal de las decisiones públicas, no incurre en los costos de informarse para participar inteligentemente en la decisión. Ello hace aún más necesarios esos espacios.
Esa es la motivación de esta columna. Plantear, discutir, buscar, oír ventajas y desventajas de diferentes alternativas. Colaborar, explorando disyuntivas, con la laudable misión de ser un centro de análisis que se ha impuesto LA REPUBLICA. Ver las distintas caras del dado. No sentar cátedra, sí abrir debates. No ser ayatolas del simplismo y los dogmatismos. Sí buscar disyuntivas.
¿Es mejor colocar la deuda que financie el déficit fiscal en el extranjero para no elevar la tasa de interés local, o colocarla aquí para que no se aprecie más el colón y sean más competitivas las exportaciones? O, ¿es irrelevante donde se coloquen esos bonos porque el mercado financiero alcanzará el mismo resultado?
Este es el tipo de disyuntiva que pretendo compartir con los lectores de LA REPUBLICA. Para colaborar al análisis y debate serios de nuestras alternativas.
Miguel Angel Rodríguez