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El BID efectuó la evaluación considerando más de 3.000 escenarios posibles con la ejecución de la propuesta

Miguel Angel Rodríguez Echeverría

Diciembre 4, 2020

Estancamiento secular o cíclico

Elaborado en el 2018, el Plan Nacional de Descarbonización tiene como meta el 2050, en cumplimiento del Acuerdo de París y conforme con la exitosa trayectoria nacional en los sectores de electricidad y reforestación.

El plan indica: «Para llevar el concepto de descarbonización a la práctica se utilizó una metodología cuyo punto de partida es una visión a largo plazo de Costa Rica: contar con una economía descarbonizada en el 2050, que haya alcanzado el nivel de emisiones más bajo posible de forma consistente con la meta climática global, es decir... contener el incremento de la temperatura global muy por debajo de los 2 °C (e idealmente un límite de aumento de 1,5 °C) con respecto a los niveles preindustriales». 

El plan comprende 10 ejes relacionados con las emisiones de gases de efecto invernadero. Para cada uno se estudian acciones concretas y para el período inmediato se fijan cinco prioridades.

Con justificada razón las personas nos hacemos algunas preguntas acerca de este objetivo: ¿Cuánto va a costarnos? ¿Significa un freno para el crecimiento económico que nos urge para superar la pobreza? ¿No hemos dado ya suficientes contribuciones para que el mundo enfrente el cambio climático? Si somos tan pequeños y nuestra contribución es insignificante en la reducción de emisiones, ¿por qué asumir nuevos compromisos?

La semana pasada un estudio nos dio una muy grata respuesta a esas inquietudes. Con la colaboración de la Universidad de Costa Rica y de Rand Corporation, el BID presentó la evaluación del plan en Costos y beneficios de la descarbonización de la economía de Costa Rica.

Es evidente que se trata de un estudio sujeto a mucha incertidumbre, pues es necesario proyectar costos y beneficios durante 30 años, durante los cuales se darán grandes cambios tecnológicos imposibles de prever.

Balance a favor. Por ello, el equipo conformado por el BID efectuó la evaluación considerando más de 3.000 escenarios posibles con la ejecución de la propuesta. El resultado es que solo en 22 de ellos los costos serían mayores que los beneficios.

El estudio indica: «La sostenibilidad ambiental puede generar beneficios económicos y sociales. Este estudio señala que ejecutar el Plan Nacional de Descarbonización puede generar $41.000 millones a la economía de Costa Rica entre el 2020 y el 2050. La zona rural sería la más beneficiada. Se obtiene inmenso valor mejorando los rendimientos agrícolas y mediante los ecosistemas que los bosques proveen, tales como turismo. El valor de estos productos es muy superior a las inversiones requeridas para reducir las emisiones de la agricultura y la ganadería, y el costo de oportunidad de la tierra dedicada a bosque en lugar de a cosechas o ganado».

Una conclusión similar se obtiene para las zonas urbanas gracias al ahorro de energía, a la reducción de accidentes, al aumento en la productividad y a la mejora en la salud producto de la reducción de la congestión vehicular.

También habrá resultados positivos por un aumento en la eficiencia industrial y por el valor de los bienes reciclados.

El estudio se hizo con una metodología apropiada para analizar situaciones con profunda incertidumbre. Los autores construyeron un modelo cuantitativo que integra transportes, electricidad, edificios, industria, residuos, agricultura, ganadería y bosques, y midieron la cantidad de emisión de gases de efecto invernadero con el plan de descarbonización y sin este. Así, determinaron el efecto agregado de los costos y los beneficios.

Para tomar en consideración la incertidumbre tan grande que rodea una proyección de este tipo, se usó un modelo de toma de decisiones sólidas (RDM), que facilita analizar miles de posibilidades futuras y así prever los riesgos y vislumbrar oportunidades asociados a la descarbonización.

Más beneficios. Para alcanzar la meta de cero emisiones netas en el 2050 será necesario introducir transformaciones fundamentales en la energía y en cómo se utilizan esa energía y los recursos naturales. Esto genera costos y beneficios.

En el escenario incorporando los supuestos de referencia, los mayores beneficios netos se obtendrán en los sectores del transportes, agrícola, ganadero y forestal, en todos los cuales los beneficios exceden los costos estimados.

Aunque la mayor parte de los costos y de los beneficios corresponden al sector privado, la evaluación no distingue entre los agentes económicos que los soportan o reciben, pues es un enfoque nacional.

El reto para el gobierno y la sociedad en nuestra democracia es enorme. Se deben establecer la regulación y los incentivos positivos y negativos necesarios para que los costos y beneficios futuros se traduzcan en elementos que afecten la rentabilidad privada de diferentes inversiones.

Lo anterior toca intereses inmediatos que deberán tomarse en cuenta, y que esta evaluación agregada no considera.

Este es el más formidable reto que enfrentarán las autoridades para convertir en realidad el Plan de Descarbonización 2018-2050.

La magnitud del desafío se pone de manifiesto en el debate actual respecto a la conveniencia de explorar y explotar hidrocarburos.

Al respecto, recomiendo el reciente artículo de Christiana Figueres y Alberto Trejos, titulado «La falacia de la explotación de gas natural y petróleo para reactivar la economía», que analiza la inconveniencia de evaluar esa opción sin considerar un horizonte a largo plazo y los cambios esperados en los precios relativos.

El Gran Reinicio. El Plan de Descarbonización debe ser un elemento principal en la conformación del Gran Reinicio para el día después de la pandemia, porque no considerarlo debilitaría la consolidación fiscal y la reactivación de la economía.

Esto porque es un error pensar en la política de descarbonización como regulación que vuelve más cara la inversión o actividad que emite carbono. Se trata más bien de políticas e inversiones públicas que en sí mismas producen rendimientos sociales positivos, además de que contribuyen a reducir emisiones.

El plan tiene un efecto positivo sobre el bienestar. En pocas palabras, estamos hablando de recoger billetes de 20.000 pesos de la acera. Esto es lo que muestra el estudio: que es un plan que tiene muchos beneficios, incluso si ignoramos su efecto positivo para las emisiones.

Es más, en la evaluación no se tomó en cuenta la contribución de estas acciones a mitigar el cambio climático. Solo se consideraron los impactos directos en nuestro país. De modo que no es que estemos pagando un precio por otorgar nuestra pequeña contribución a evitar el calentamiento global. Esa contribución no tiene costo, más bien nos genera una ganancia.

Estamos obligados a actuar con base en análisis serios de las alternativas y de sus valores y bondades previsibles para ejecutar la descarbonización de la economía de una manera exitosa, que produzca el cambio de modelo como instrumento para el crecimiento y el bienestar de los costarricenses.

No cabe actuar con fundamento en los prejuicios. No contribuyen al difícil cambio que debe efectuarse ni quienes presumen que todo método es bueno si se envuelve en retórica conservacionista ni quienes sin fundamento postulan que el calentamiento global es mero complot de los estatistas.

Una vez más el bienestar de los costarricense depende de la capacidad de prever racionalmente. Sigamos la huella de nuestros antepasados, quienes repetidamente supieron hacerlo.


Expresidente de la República de Costa Rica (1998-2002)

Fuente: La Nación


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