Opini?n

Actualizado el 05 de mayo de 2017 a las 10:00 pm

Naciones peque?as y sin poder?o internacional como Costa Rica pueden contribuir a la paz

POR Miguel ?ngel Rodr?guez

Muchas son hoy las realidades de la guerra y las amenazas a la paz. Las primeras se refieren a conflictos localizados; las segundas, al entorno mundial.

La ?nica soluci?n total a la violencia es la conversi?n personal de todas las personas al mandato del amor al pr?jimo, incluido el amor al enemigo. Pero, dado que vivimos en un mundo de pecadores, de ego?smo y de b?squeda de la propia satisfacci?n sin respetar el l?mite de los derechos ajenos, deben buscarse soluciones institucionales para mejor preservar la paz.

Con el surgimiento de las naciones-Estado y el avance tecnol?gico militar, el imperialismo y el aislamiento no fueron ya los caminos propicios para buscar alguna paz. Para poner fin a la guerra de los Treinta A?os, a mediados del siglo XVII, con los tratados de Westfalia se acordaron los principios de soberan?a nacional, integridad territorial y equilibrio de poderes para promover la paz entre los Estados de Europa.

Con la Liga de las Naciones, despu?s de la Primera Guerra Mundial, y con las Naciones Unidas, despu?s de la Segunda, se busc? fortalecer las bases institucionales para la paz del mundo.

Pero la proporci?n de los habitantes de la tierra que hoy sufren guerras es mucha y los modernos medios de comunicaci?n nos permiten estar enterados de los horrores a los que est?n sometidos tantos pueblos.

A pesar de que esa proporci?n es la menor registrada desde que se puede tener noci?n de su magnitud, es un verdadero imperativo moral mejorar la institucionalidad que preserva la paz. Adem?s, el aterrador poder destructor de la moderna tecnolog?a hace m?s importante y urgente esa tarea.

Trampa. El profesor de Harvard Graham Allison desarroll? el concepto de la ?trampa de Tuc?dides? con relaci?n a la guerra del Peloponeso, cuando Esparta ?ante la amenaza del fortalecimiento de Atenas? crey? en la conveniencia de llevarla a la guerra para no perder su poder hegem?nico en Grecia.

Hoy, mucho se escribe sobre esta trampa en relaci?n con Estados Unidos frente al surgimiento de China. Y, claro, la existencia de una trampa no implica que necesariamente se caer? en ella. Entran en juego muchos otros factores, incluyendo las caracter?sticas de los l?deres y el propio azar. Pero es bueno saber de su existencia para mejor evitarla.

Otro profesor de Harvard, Joseph S. Nye, introdujo este a?o el concepto de ?trampa de Kindleberger?, y recuerda la tesis de este economista de que en los treinta la Segunda Guerra Mundial hab?a surgido de la renuencia de Estados Unidos a asumir el papel de l?der hegem?nico ante la decadencia de Inglaterra. ?A escala global, los bienes p?blicos ?como un clima estable, una estabilidad financiera y la libertad de los mares? corren por cuenta de coaliciones lideradas por las principales potencias?. Ello dej? sin financiamiento la producci?n de esos bienes, y sin ellos se facilita la guerra.

El presidente Xi Jinping asumi? la defensa del libre comercio internacional en el Foro Econ?mico Mundial. Esta respuesta a las amenazas en contra del intercambio internacional de bienes del presidente Trump da esperanzas de que no estemos cerca de caer en la trampa de Kindleberger.

Estas trampas se?alan algunos de los riesgos de una confrontaci?n global y obligan a avanzar en una institucionalidad que las evite. Lo que es m?s necesario a?n por los peligros que conllevan los enfrentamientos localizados.

Guerras civiles. Las confrontaciones locales causan enormes p?rdidas de vidas, horrores y sacrificios, no solo de los militares y guerrilleros involucrados, sino tambi?n de las poblaciones civiles, de mujeres, ni?as y ni?os. Adem?s, la participaci?n de potencias globales como parte de esos conflictos regionales puede llegar a desencadenar conflagraciones globales que cada d?a tendr?an m?s devastadoras consecuencias.

Es imperioso fortalecer la institucionalidad universal. Pero ser? muy dif?cil lograrlo.

Como acertadamente se?al? hace ya varias d?cadas el presidente del Congreso de EE. UU. Tip O'Neill, toda pol?tica es pol?tica local. Ello significa que los funcionarios elegidos ?para serlo? deben responder a los intereses y prejuicios de sus electores. Y en ellos el miedo a lo desconocido, el odio y el instinto de preservaci?n frecuentemente conducen a llevar la guerra a otros lugares, y dificulta limitar la soberan?a nacional en pro de fortalecer las instancias internacionales.

En la naci?n hegem?nica de nuestros d?as, en el pa?s con mucho militar y tecnol?gicamente m?s poderoso, en los EE. UU., el sentimiento aislacionista frecuentemente ha imperado.

Ello impidi?, por ejemplo, la aprobaci?n de la Liga de las Naciones ideada por su propio presidente Wilson; impidi? la aprobaci?n del International Trade Organization (ITO) propuesto por los propios EE. UU. en 1945; y hace que EE. UU. no sea parte de la Convenci?n Americana de Derechos Humanos (Pacto de San Jos?), ni de la Corte Interamericana de Justicia, ni admita la jurisdicci?n del Tribunal Penal Internacional.

Esta realidad, as? como los rasgos de las Naciones Unidas ?propios de su origen? que privilegian a las naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, hacen hoy dif?cil aprobar y coordinar acciones que permitir?an en muchos casos evitar, poner t?rmino, o al menos limitar conflictos locales.

Ello fue evidente durante la reciente situaci?n en Siria producida por el bombardeo de Bashar al-Asad a su pueblo con qu?micos mortales, prohibidos internacionalmente desde sus estragos en la Primera Guerra Mundial.

EE. UU. no pod?a recurrir a las Naciones Unidas para responder a semejante infamia, pues el veto ruso en el Consejo de Seguridad habr?a impedido llegar a acuerdo alguno.

Se daba el precedente de la inacci?n del presidente Obama, en el anterior ataque del gobierno sirio a sus habitantes con gases, a pesar de la advertencia del propio presidente al respecto. Por ello, no actuar habr?a dado carta blanca para que continuara semejante genocidio. Y actuar, como lo hizo el presidente Trump, signific? hacerlo al margen de la comunidad internacional contra un gobierno reconocido por las Naciones Unidas.

Como se?al? en una columna reciente sobre este tema mi amigo Carlos Alberto Montaner, ?la pol?tica es el arte de escoger la opci?n menos mala. El problema es que casi nunca sabemos cu?l es esa maldita opci?n?. Se dio esa situaci?n por la falta de poderes de las organizaciones internacionales.

Participaci?n. Sin duda, es tarea de todos los gobiernos decentes trabajar en crear una mejor institucionalidad internacional para la paz, a pesar de la dificultad de lograrlo. ?Es esta una tarea de tales proporciones que nosotros no tenemos vela en ese entierro? No. Naciones peque?as y sin poder?o internacional como Costa Rica pueden contribuir a la institucionalizaci?n de la paz.

Lo podemos hacer utilizando siempre las instancias internacionales para promover y defender la libertad, la dignidad y los derechos naturales de las personas, la democracia y el Estado de derecho; acudiendo a las instancias internacionales competentes para procurar evitar o poner fin a genocidios y situaciones de cat?strofe humanitaria; ejerciendo siempre, sin medias tintas ni temores, nuestro liderazgo moral por la paz.

El autor fue presidente de la Rep?blica de 1998 al 2002.


Fuente: La Naci?n.


Para copiar un artículo de este sitio a un archivo de Word, primero copie y pegue el título, y luego el cuerpo del artículo, con el fin de que conserven los formatos y márgenes adecuados.