LAS UNIVERSIDADES LASALLISTAS COMUNIDADES DE MEMORIA Y ESPERANZA PARA LA SOCIEDAD ACTUAL Filipinas, febrero de 2012 Introducción Una vez más es para mí una gran satisfacción poder participar en su Encuentro de Manila, en un año particularmente importante para el Distrito de Filipinas con la celebración del centenario de la venida de los Hermanos a este país. Estoy seguro de que nuestro Encuentro es una de las actividades más importantes, ya que la educación universitaria ha tenido aquí un extraordinario desarrollo y vitalidad que pueden inspirar a nuestra red internacional de centros superiores. Por otra parte mi presencia, como lo he recordado en los tres Encuentros anteriores en los que he participado: el VII, Barcelona 2006, el VIII en Canoas, Brasil 2007, el IX, Filadelfia 2009, es un signo de la importancia que nuestro Instituto, da a la educación superior, un acto de fe en sus enormes potencialidades y una expresión de la necesidad de unas relaciones internacionales más integradas y solidarias. Las Universidades y los centros superiores lasallistas son hoy más necesarios que nunca dadas las circunstancias históricas que estamos viviendo, que nos exigen conservar, producir y distribuir conocimientos por medio de una formación académica de calidad, una investigación que abra nuevos caminos y responda a las necesidades de nuestros contemporáneos, especialmente los pobres y excluidos, y sobre todo una transformación, en un mundo en cambio, que ponga siempre a la persona como fin último y nos permita continuar siendo instrumentos de salvación, especialmente para aquellos que más lo requieren, siendo testigos y promotores de los valores transformadores del Evangelio. Ciertamente hoy como ayer el ser humano no ha dejado de ser un misterio. Nuestro ser resulta paradójico. Son muchos los elementos que combaten en nuestro interior. Como criaturas experimentamos múltiples limitaciones; sin embargo, nuestras aspiraciones y deseos son infinitos. Libres, nuestra libertad en cierto sentido se destruye a sí misma una vez realizada la elección. Elegir es renunciar. Por otra parte, con San Pablo experimentamos que hacemos lo que no queremos y dejamos de hacer lo que queremos. Abiertos a los demás, nuestra hambre de amor es insaciable y nuestra entrega casi siempre egoísta. Nuestra vida se presenta como lucha dramática, en la que muchas veces somos derrotados. Superiores al universo entero, por nuestra interioridad podemos alzarnos de lo visible a lo invisible, o dejarnos esclavizar, como nuevo aprendiz de brujo, por las fuerzas desatadas por nosotros mismos. Esta descripción me parece que responde a lo que cada uno de nosotros es y a los desafíos que nos presenta hoy la educación superior. Ante el ser humano, misterio y paradoja, ser histórico en continua construcción, debemos situar la educación universitaria como camino, itinerario, como vocación desde nuestra concepción hasta nuestra muerte; como la llamada a alcanzar la estatura del hombre perfecto: Cristo (Ef 4, 13), conscientes de que no somos ni pura razón, ni pura luminosidad, sino también emoción, sentimiento, instinto, pasión y deseo. Por consiguiente se trata de una formación integral que nos haga evitar el verdadero peligro anti-humanista: el peligro del hombre máquina o el peligro del hombre bestia. Una educación que tenga en cuenta la cabeza, el corazón, las manos y los pies. Zygmunt Bauman, en su libro Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, nos presenta con mucho realismo algunas de las características de nuestro mundo hoy. A partir del amor y su diferencia con el deseo, nos describe la realidad que fácilmente hoy vivimos. Para el amor toda distancia, por más pequeña que sea, se experimenta como insoportable, porque lo propio del amor es unir, fusionar e identificar. El deseo, por el contrario, es ansia de consumir. En realidad, más que de deseo, de lo que habría que hablar es de las ganas de. Y las ganas de no pueden asegurar ni la fidelidad ni el compromiso porque lo que buscan es multiplicar experiencias de acuerdo a donde se dirijan las ganas. El amor lleva a relaciones personales estables o sólidas, las ganas de a conexiones líquidas que fácilmente se pueden borrar o cambiar, olvidar o multiplicar. A la conclusión a la que llega Bauman es que hoy es más difícil amar al prójimo porque cada vez creamos más barreras y nos ingeniamos para comunicarnos a control remoto; a lo que habría que añadir que la cultura del miedo que hoy vivimos nos hace protegernos y tomar distancia de aquellos que son diferentes. Puede sonar romántico o sentimental, pero nuestras universidades y centros de educación superior deben estar movidos, ante todo, por un gran amor. Hoy algunos pensadores afirman que el modelo antropológico prevalente sería el de un hombre sin vocación. En la novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, al final, la protagonista, hablando con su marido, un cirujano que ha tenido que abandonar el hospital, dice con pena al marido: Tu misión era la de operar. Y la respuesta del marido es significativa y resume en parte todo el sentido de la obra: Teresa, una misión es una cosa estúpida. Yo no tengo misión alguna. Ningún hombre tiene una misión. Nos encontramos ante una filosofía del pensamiento débil. Uno de sus máximos exponentes, Gianni Vattimo, en una entrevista, a la pregunta sobre la tarea de la filosofía respondía: Creo que la filosofía no debe ni puede enseñar hacia dónde se tiene que ir, sino a vivir en la condición de quien no se dirige a ninguna parte. Por consiguiente: ninguna meta, ninguna misión, ninguna vocación. Nuestras Universidades sí tienen una meta, una misión, y una vocación muy importantes. Nuestras Universidades deben ser comunidades de memoria y esperanza para la sociedad actual. Su punto de partida como memoria es la sabiduría cristiana, centrada en el doble mandamiento del amor y la lectura hecha por San Juan Bautista de La Salle; su finalidad es mantener viva la esperanza en un mundo que busca un desarrollo sostenible, que permita superar la pobreza, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la enfermedad y dé respuestas al cambio climático, a la biodiversidad y a una globalización incluyente. 1. Comunidades de Memoria evangélica-lasallista Hacer memoria es una expresión con fuertes resonancias bíblicas, que no nos deja simplemente en el pasado, sino que nos compromete hoy en el cotidiano de nuestras vidas, interpretando ese pasado de una manera creativa y dadora de sentido. Hacer memoria es encontrar el hilo conductor que unifica, motiva, enriquece e impulsa nuestra vocación. La memoria nos debe llevar a las dos fuentes que han dado origen a nuestra misión lasallista: la persona de Jesús y el Evangelio por un lado; nuestro Fundador, los primeros Hermanos y el carisma que nos transmitieron por otro. La memoria carismática más que una teoría es una historia de amor. Manifiesta la intervención de Dios en el pasado, cuando nuestro Instituto daba los primeros pasos; intervención que se ha prolongado a lo largo de nuestra historia por más de 300 años y que nos da la certeza de que Dios sigue presente en nuestro ahora y lo estará en el futuro, manifestando su providencia y protección. Se trata de una memoria colectiva que nos da sentido de identidad y de pertenencia y debe inspirar nuestra misión universitaria. Como nos dice muy bien el dominico peruano Gustavo Gutiérrez: Si se evoca un hecho anterior es por la vigencia que tiene en el presente. Las expresiones para decir que hoy obra Dios y que, por lo tanto, es ahora que sus seguidores deben tomar decisiones abundan tanto en el primer como en el segundo testamento. Por otro lado, la memoria en la Biblia va más allá de lo conceptual, apunta a desembocar en una conducta, en una práctica destinada a transformar la realidad. Recordar es tener en cuenta a, o cuidar de, alguien o algo. Se recuerda para actuar, sin ello la memoria pierde sentido, se limitaría a ser una especie de gimnástica intelectual. San Agustín, en sus profundas reflexiones sobre el tiempo, nos dice que la memoria es el presente del pasado. No la repetición del pasado, sino su presente. Por eso como nos apunta el jesuita Ellacuría: Una Universidad de inspiración cristiana lo será tanto más cuanto más contribuya a que se vaya haciendo realidad esa utopía anunciada y prometida por Jesús, que es el reino de Dios... Este reino necesita de ingenieros... Este reino necesita de economistas... Este reino necesita de especialistas en la computación, químicos, psicólogos, sociólogos, filósofos, letrados, juristas, políticos... para que la sociedad se enriquezca... No basta con esto... Los profesionales de la UCA tendrán inspiración cristiana cuando, además de hacer el mayor bien posible a los demás desde la profesión adquirida, tomen como tarea prioritaria la de buscar su bien, el de su familia y el de todos los demás, poniendo los ojos en lo que las mayorías populares necesitan para superar la pobreza, la marginalidad, la injusticia, la falta de libertad y de participación..., tarea eminentemente cristiana... (Escritos universitarios, págs. 290-292). Pero por lo mismo se trata también en cierto modo de una memoria peligrosa tal como lo expresa de manera inmejorable Juan Bautista Metz: El recuerdo fácilmente se convierte en una falsa conciencia del pasado y en el opio del presente. Pero existen otras clases de recuerdos: una memoria peligrosa, recuerdos provocadores. Recuerdos y experiencias del pasado que arrojan una luz cruda y permiten que nazcan nuevas y peligrosas intuiciones para el presente. De golpe, arrojan una luz cegadora y dura sobre el carácter problemático de aquello a lo cual nos hemos acomodado desde hace tiempo, y sobre la banalidad de un pretendido "realismo". Hacen reventar los cánones de nuestras coherencias dominantes, trayendo consigo un cierto lado subversivo. Esas memorias son vividas como peligrosas e incalculables encuentros que nos visitan del pasado. Son memorias que tenemos que tomar en cuenta. Memorias que, de cierta manera, contienen el futuro. La memoria es una interpelación al compromiso, la reflexión, la fuerza y la creatividad. En nuestra época nos hallamos ante signos inciertos y particularmente desafiantes. Nos invitan, por eso, al discernimiento que nos permite ir a lo esencial, sin enredarnos en lo secundario y coyuntural. Nos convocan a situarnos ante lo que viene, a partir de lo actual y sin olvidar nuestras raíces. Me parece, que estamos llamados a vivir la vida y los escritos del Fundador y la historia de los primeros Hermanos, como memoria profética que nos compromete con nuestro aquí y ahora a partir de la realidad que hoy vivimos. Creo que el Fundador nunca expresó mejor la finalidad del Instituto y de su misión, como en las dos primeras Meditaciones para el Tiempo de Retiro. Se parte de una convicción expresada por San Pablo en una de sus cartas a Timoteo (1 Timoteo, 2,4): Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Esta es nuestra memoria peligrosa, esta es nuestra misión y la misión de nuestras Universidades. Nacimos como instrumento de salvación, de una salvación integral que abarca la totalidad de la persona, de todas las personas, pero con una ternura muy particular por los pobres, excluidos, abandonados y los jóvenes en busca de sentido. Este es el corazón de la asociación lasallista, como muy bien lo comprendieron los primeros Hermanos cuando en la carta que le envían en 1714 para que se haga cargo de nuevo del Instituto, le piden y ordenan que regrese en nombre del cuerpo de la sociedad al que prometió obediencia, y lo hacen recordándole que se trata de la obra de Dios que es también la suya… y que lo que les preocupa es la gloria de Dios, el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad. Y los Hermanos hablan en plural porque se sienten profundamente asociados en la misión que el Señor les ha encomendado. El plural es una característica de toda obra lasallista, también de las Universidades… de ahí la importancia de nuestro «Juntos y por asociación», asimismo a nivel internacional. Creo que vale la pena recordar lo que nos dijo la Asamblea Internacional de la Misión Educativa Lasaliana del año 2006, que el Capítulo General ha querido hacer suya: Esta Asamblea quiere recordar a todos los lasalianos, que la vitalidad de nuestra Misión depende de cómo respondamos hoy, asociados, a las necesidades de los pobres. Valoramos el esfuerzo que los lasallistas hacemos para liberar a los pobres de sus diferentes formas de pobreza y pedimos que consideren el servicio de los pobres y la promoción de la justicia como el corazón y la causa del fortalecimiento de la Misión lasaliana en el mundo. Para lograr lo anterior el Fundador y los primeros Hermanos parten de una serie de intuiciones educativas, que forman parte también de nuestra memoria peligrosa. Entre otras: • En el proceso educativo lasallista tiene primacía la persona de manera que cada uno sea tratado en consonancia con su ser individual, único e irrepetible y que la atención se dirija de manera integral a la persona de cada uno. Ante cada persona nuestra pregunta no puede ser otra que la de Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti? (Marcos 10,51), o como afirma Benedicto XVI: En un tiempo en el que la gran tradición del pasado corre el riesgo de quedarse en letra muerta, debemos estar al lado de cada persona con disponibilidad siempre nueva, acompañándola en el camino de descubrimiento y asimilación personal de la verdad. Y al hacer esto también nosotros podemos redescubrir de modo nuevo las realidades fundamentales. (Discurso a la 61 Asamblea General de la Conferencia episcopal italiana, 27 de mayo de 2010). • El proceso educativo lasallista nace de la propia realidad de manera que responda a las características, necesidades, aspiraciones y valores culturales de cada pueblo. Es necesario en nuestra formación conjugar los contenidos teóricos con un conocimiento de la realidad de nuestro entorno. Si no conocemos nuestra realidad, no podremos hacernos cargo de ella. Pero no se trata solamente de asumir una realidad, se trata también de aportar los instrumentos para transformarla y abrirla a un diálogo intercultural. • El proceso educativo lasallista valora profundamente la calidad de las relaciones y favorece el trabajo en común y crea comunidad. La fraternidad/sororidad es una de sus notas distintivas. Cada lasallista se debe sentir hermano o hermana con el corazón siempre abierto y sin fronteras. • El proceso educativo lasallista educa para la vida y para un trabajo socialmente productivo. Desde los inicios, el pragmatismo fue una de sus características ya que se trataba de responder a las necesidades concretas de los jóvenes. Hoy es fundamental ayudar a integrar trabajo intelectual y trabajo manual; teoría y práctica; educación y vida para dar a cada uno las herramientas que le permitan ser agente de desarrollo personal, comunitario y de promoción social. • El proceso educativo lasallista se traduce en una asociación para el servicio educativo de los pobres. Y esta asociación la podemos vivir de dos maneras: directamente cuando trabajamos con ellos; indirectamente en todos los demás casos; y a nivel universitario, como nos lo pidió el 42 Capítulo General, estudiando las causas de la pobreza y abriendo mentes y corazones para ser creativos en la respuesta a sus necesidades a partir de una profunda conciencia social. Sin olvidar lo que nos dice Gustavo Gutiérrez: Los pobres tienen hambre de pan, pero también de amistad, de cariño, de respeto, darle tiempo a un pobre es una manera de acogerlo. No hay ser humano que pueda vivir con dignidad si no siente amistad y amor. • El proceso educativo lasallista desemboca en un compromiso cristiano. Se ha dicho que creer hoy es comprometerse y la educación lasallista pretende que sus destinatarios vivan una fe operativa en la práctica del amor; que se preparen para ser creadores de relaciones más justas entre los pueblos; que se comprometan en la acción en favor de la justicia y la paz; que se interesen por la globalización de la solidaridad. Por ser católico, está abierto al ecumenismo y al diálogo interreligioso en actitud de respeto y de apertura a los valores que pueden enriquecernos mutuamente. Hablar de memoria, como desde el inicio lo he expresado, no nos atrapa en un pasado muy diferente al mundo cambiante de hoy, ni nos invita a refugiarnos en un recuerdo nostálgico de lo que ya fue. Hablar de memoria nos sitúa en el hoy de nuestra historia. Las intuiciones de nuestros orígenes fundacionales deben ser parte de nuestro ser e incentivo que nos permita conocer mejor nuestra realidad y responder a sus necesidades. Por eso me parece muy adecuada la teoría que hace Paul Ricoeur de la identidad narrativa que distingue la identidad concebida como lo mismo (idem) y la identidad concebida como sí-mismo (ipse). Esta última identidad es conforme a la estructura temporal dinámica y está marcada por los relatos personales o colectivos que forman parte de nuestro ser. Es por eso que el sujeto de la acción aparece como el lector y el escritor de su propia vida. El agente actúa en el mundo y en el seno de un contexto dado, pero al mismo tiempo, el sentido de su acción sólo le es accesible a través de la lectura de su historia. Permítaseme decir como conclusión que aquello que llamamos sujeto nunca está dado desde el principio. O si está dado, corre el riesgo de verse reducido al yo narcisista, egoísta y avaro, del cual justamente nos puede librar la literatura. Ahora bien, lo que perdemos por el lado del narcisismo, lo ganamos por el lado de la identidad narrativa. En lugar del yo atrapado por sí mismo, nace un sí mismo instruido por los símbolos culturales, en cuya primera fila están los relatos recibidos de la tradición literaria. Son ellos quienes nos confieren una unidad no sustancial sino narrativa. (Ricoeur 1984: 57-58). Si la memoria es el presente del pasado y si nuestra identidad es narrativa, la deducción lógica que podemos hacer es que hoy, como herederos de La Salle, debemos mantener vivo el fuego que nos vio nacer haciendo nuestras sus intuiciones, de manera que cada una de nuestras Universidades y centros de educación superior sea capaz de continuar, desde otras coordenadas, la misión lasallista de poner al alcance de todos los medios de salvación. Pero sin olvidar como nos lo recordaba el Hermano Carlos Gómez en su discurso de posesión en el 2008, citando a Michel de Certeau, la tradición está muerta si queda intacta, si una invención no la involucra dándole vida, si no se la innova mediante un acto que la recree (La faiblesse de croire, citado por Dominique Julia en el Prólogo a “La Guía de las Escuelas. Enfoque pedagógico” de Léon Lauraire, Cahiers Lasalliens 62, Roma, 2006). 2. Comunidades de esperanza para la sociedad actual Si la memoria es el presente del pasado, la esperanza es la garantía del futuro. Estoy convencido que hoy nuestras Universidades y Centros Superiores tienen como una de sus principales misiones mantener viva la esperanza en un mundo incierto y fragmentado en el que los grandes relatos han dejado su lugar a las experiencias inmediatas y gratificantes de poco calado. Vivir con esperanza es tener confianza en Dios y perseverar con fidelidad en la fe. Esperar es tener capacidad para ver, aun cuando nuestros ojos no vean. Es recuperar nuestra capacidad de soñar un mundo mejor para todos, es cuestionar las estructuras y las ideologías inhumanas que hacen infelices a las personas y colaborar activamente para que nazca un mundo nuevo y liberado. Esperar es descubrir y acoger cada día la fuerza de vida de Cristo Resucitado, que hace nuevo este mundo con la fuerza de su Espíritu Santo (Silvio José Báez, o.c.d.). Sí nuestras Universidades deben soñar un mundo mejor, cuestionar las estructuras e ideologías inhumanas, colaborar para que nazca un mundo nuevo. La esperanza es un don, pero conlleva una tarea que se concretiza en signos significativos. Gustavo Gutiérrez en uno de sus escritos nos recuerda un pasaje iluminador del libro de Jeremías. El país esta devastado, amenazado por los caldeos al norte y por los egipcios al sur enfrentado en una guerra cuyas consecuencias sufre el pueblo judío. Estamos en los años previos al exilio de Babilonia. En esas circunstancias, viene un pariente para decirle que él, Jeremías, tiene el primer derecho a comprar las tierras que deja un tío de ambos. El profeta se pregunta qué puede significar un terreno en un país parcialmente destruido y del que la gente abandonaba sus propiedades y huía al extranjero. No obstante, de pronto se da cuenta de que el Señor le habla a través de ese hecho. Su tarea es levantar la esperanza de un pueblo, en medio de una crisis de su pueblo y de su propio abatimiento. Para hacerlo debe pisar tierra y testimoniar con gestos concretos que todavía hay esperanza, que hay quien cree que las circunstancias del momento pueden ser superadas (Cf. Jeremías 32, 6-15). ¿No podrían nuestras Universidades y Centros de Educación Superior pensar en comprar un terreno en este momento de incertidumbre? Un terreno puede ser un proyecto que responda concretamente a las necesidades de los pobres, de los emigrantes, de los desempleados… Un terreno puede ser una investigación científica, sociológica o teológica que responda a problemas precisos y actuales. Un terreno podría ser un plan interdisciplinario que implique a los estudiantes en un proyecto de servicio… Un terreno puede ser un programa de extensión para maestros que necesitan actualizarse. Un terreno puede ser una campaña de alfabetización o el apadrinar algún proyecto educativo o agrícola en países empobrecidos. Las Universidades necesitan mucha creatividad evangélica y mucha solidaridad humana. Ser comunidades de esperanza para la sociedad actual supone conocer bien nuestra realidad. Sabemos que partir de la realidad y descubrir en ella el plan salvífico de Dios es uno de los puntos centrales de nuestra espiritualidad y de nuestra pedagogía lasallista. No me canso de recordar la llamada que nos hizo el último Capítulo General para que todos los lasallistas tengamos los ojos abiertos y los corazones encendidos. El próximo Sínodo sobre Nueva Evangelización que se celebrará en octubre, nos invita a saber leer y descifrar los escenarios presentes hoy en la historia humana. Sabemos que no podemos generalizar ni simplificar y que siempre una lectura local es indispensable, pero a nivel general estos escenarios pueden ayudarnos a situar el hoy de nuestras Universidades y Centros Superiores. 1. El escenario cultural en general nos muestra una época de profunda secularización, secularización, que ha asumido un tono modesto, que ha permitido a esta forma cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana y se expresa en una cultura del relativismo y en una mentalidad hedonista y consumista. Sin embargo en otras regiones del mundo se asiste a un prometedor renacimiento religioso. 2. El escenario social: el gran fenómeno migratorio, que impulsa cada vez más a las personas a dejar sus países de origen y vivir en contextos urbanizados, modificando la geografía étnica de nuestras ciudades, de nuestras naciones y de nuestros continentes. Este fenómeno provoca un encuentro y una mezcla de culturas que nuestras sociedades no conocían desde hace siglos. Con este escenario social se relaciona el fenómeno de la globalización, con sus aspectos negativos si prevalece solamente la dimensión de mercado, pero que puede favorecer nuevas formas de solidaridad y el progreso de todos. 3. El escenario de los medios de comunicación social, que hoy ofrecen enormes posibilidades no sólo para el mundo industrializado, sino también para amplios sectores de los países en vías de desarrollo. La difusión de esta cultura trae consigo indudables beneficios: mayor acceso a la información, mayor posibilidad de conocimiento, de intercambio, de formas nuevas de solidaridad, de capacidad de construir una cultura cada vez más de dimensión mundial, haciendo que los valores y los mejores frutos del pensamiento y de la expresión humana se transformen en patrimonio de todos. Sin embargo, existen riesgos de una profunda concentración egocéntrica, de una exaltación de la dimensión emotiva en la estructuración de las relaciones y de los vínculos sociales, de una pérdida del valor objetivo de la experiencia de la reflexión y del pensamiento, reducida, en muchos casos, a un puro lugar de confirmación del propio modo de sentir. 4. El escenario económico, con los crecientes desequilibrios entre el Norte y el Sur del mundo en el acceso y en la distribución de los recursos, así como también en el daño a la creación. La duradera crisis económica en la cual nos encontramos indica el problema del uso de las fuerzas materiales, que no encuentra fácilmente las reglas de un mercado global capaz de tutelar una convivencia más justa. No obstante la comunicación cotidiana de los medios reserve cada vez menos espacio para una lectura de estas problemáticas a partir de la voz de los pobres, de las Iglesias, y yo añadiría, y de nuestras Universidades, se espera aún mucho en términos de sensibilización y de acción concreta. 5. El escenario de la investigación científica y tecnológica. Vivimos en una época en la cual no cesamos de admirarnos por los maravillosos pasos que la investigación ha sabido superar en estos campos. Es fácil en un contexto digitalizado y globalizado hacer de la ciencia nuestra nueva religión, a la cual dirigir nuestras preguntas sobre la verdad y el sentido de la esperanza, sabiendo que solo recibiremos respuestas parciales e inadecuadas. 6. El escenario de la política, marcado por una pérdida de confianza bastante generalizada y una pérdida del poder de decisión a nivel mundial y nacional. En este escenario, existen temas y sectores que han de ser iluminados con la luz del Evangelio: el empeño por la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos; el mejoramiento de las formas de gobierno mundial y nacional; la construcción de formas posibles de escucha, convivencia, diálogo y colaboración entre diversas culturas y religiones; la defensa de los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todo de las minorías; la promoción de los más débiles; la protección de la creación y el empeño por el futuro de nuestro planeta. El documento nos invita a observar estos escenarios, sabiendo superar el nivel emotivo de juicio defensivo y de miedo, para comprender objetivamente los signos de lo nuevo, junto a los desafíos y a las fragilidades. (Cf. Sínodo de los obispos, XIII Asamblea General ordinaria, La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, nº 6). Desde una lectura secular, las Universidades lasallistas no pueden quedar insensibles a la Declaración del Milenio adoptada por Las Naciones Unidas en el año 2000 que fue firmada por 147 jefes de estado y de gobierno, afirmando su responsabilidad colectiva de respetar y defender los principios de la dignidad humana, la igualdad y la equidad en el plano mundial y su deber respecto de todos los habitantes del planeta, en especial los más vulnerables y, en particular, los niños del mundo a los que pertenece el futuro. El Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, señalaba, que las Metas del Milenio nos pertenecen a todos. Necesitamos sentirnos parte de la iniciativa. Durante los próximos siete años y medio cada día será una nueva jornada para poder ayudar a millones de personas en todo el mundo. Supuestamente estos objetivos deberían ser alcanzados en el 2015, y han pasado ya 11 años. Creo que la pregunta obligada que podemos plantearnos es ¿Qué hemos hecho, qué han hecho nuestras Universidades para colaborar en esta iniciativa?, pero posiblemente más importante, ¿qué vamos a hacer en los próximos 4 años, para: a) erradicar la pobreza extrema y el hambre, b) lograr la enseñanza primaria universal, c) promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, d) reducir la mortalidad infantil, e) mejorar la salud materna, f) combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, g) garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, h) fomentar una asociación mundial para el desarrollo? CONCLUSION: Las Universidades Lasallistas, Comunidades de memoria y de esperanza. La meta es muy alta y los desafíos abundantes. Pero vale la pena porque lo que está en juego es el futuro de la humanidad. Enraizados en la tradición de sabiduría cristiana-lasallista debemos reflexionar sobre nuestra identidad, sobre aquello que nos caracteriza y hace que nuestras universidades sean diferentes a partir de una memoria que nos dinamiza y de una esperanza que responde a las urgencias del mundo y a las necesidades de los jóvenes. Pero también, asociados en la memoria y esperanza, debemos potenciar a nivel internacional el intercambio y la colaboración. Con ocasión de los 125 años de la Universidad de Deusto en septiembre del 2011, el Prepósito General de los Jesuitas situaba las Universidades en el siguiente contexto. Nos encontramos hoy en una encrucijada: cómo armonizar el necesario desarrollo y la dimensión utilitaria del saber con la reflexión sobre los fines y el sentido; con el conjunto de las dimensiones de la misma realidad que no se circunscriben a la mera utilidad práctica. Cómo conseguir que la eficacia de los logros de la Universidad tenga en cuenta la libertad de un pensamiento capaz de generar nuevas visiones; un pensamiento que no convierta el corto plazo en el único valor; que no anteponga los medios a los fines del saber; que no olvide que el saber no debe convertirse en instrumento de poder, sino de servicio (P. Adolfo Nicolás). Y el Papa nos hablaba del horizonte que debe guiar hoy nuestra misión: El horizonte que anima el trabajo universitario puede y debe ser la pasión auténtica por el hombre. Solo en el servicio al hombre, la ciencia se desarrolla como un cultivo verdadero y custodia del universo (cf. Gen 2, 15) (BENEDICTO XVI, Discurso a la Universidad católica del Sagrado Corazón en su 90º aniversario. Roma, mayo de 2011). Creo que éste es hoy también nuestro desafío y que por eso debemos ser memoria y esperanza. Y es una llamada a estar cerca y a responder a nuestra realidad. Conscientes de que: la verdad de la realidad no es lo ya hecho; eso es sólo una parte de la realidad. Si no nos volvemos a lo que está haciéndose y a lo que está por hacer, se nos escapa la verdad de la realidad. Hay que hacer la verdad, lo cual no supone poner en ejecución, realizar lo que ya se sabe, sino hacer aquella realidad que en juego de praxis y teoría se muestra como verdadera. (Ellacuría, Ignacio. La filosofía de la realidad histórica. UCA Editores, San Salvador, El Salvador, 1994). Algo semejante aconsejaba ya el Fundador a los Hermanos: No se preocupen tanto de saber cómo puedan ejecutar con perfección lo que tienen que hacer, cuanto de hacerlo con toda la perfección que sepan; pues, obrando con la perfección que saben, merecerán aprender y saber lo que todavía ignoran. (Colección, Consideraciones que deben hacer los Hermanos de vez en cuando y sobre todo durante el Retiro, IX). Se trata de aprender haciendo, de hacer la verdad uniendo teoría y praxis, memoria y esperanza. Las Universidades lasallistas, comunidades de memoria y esperanza. Creo que ya lo están siendo pero que todavía podemos hacer más. El profetismo que debe animarnos es la fuerza que impide a la memoria de estancarse en el pasado y al mismo tiempo, impide a la esperanza diluirse en un futuro lejano e ilusorio. Un proyecto universitario que fuese solamente la promoción de un desarrollo tecnológico, que fuese solamente un pragmatismo práctico para desarrollar una carrera, o que se contentara con disfrutar de un humanismo clásico, tendría poco que ver con la memoria y la esperanza. Pero por el contrario, un proyecto que no se contenta con la repetición de un currículo de ayer, sino que por la investigación y el descubrimiento de nuevos conocimientos compromete a los jóvenes a transformar el mundo y la sociedad con miras al bien común, es un proyecto que vive en tensión creadora y fecunda el ser memoria y esperanza. Hermano Álvaro Rodríguez Echeverría Superior General

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