ALTERNATIVAS

Miguel Ángel Rodríguez E.

Miguel Angel Rodriguez Echeverria

La desconfianza en lo político que vivimos tiene causas comunes a otras democracias así como internas que la radicalizan. Entre éstas ya he señalado alguna originada en los propios partidos políticos. Hoy analizo la influencia que tuvo la prohibición de la reelección presidencial aprobada en 1969.

Después de 1948 y hasta los años noventa, los acuerdos entre el PLN y la oposición -luego organizada como PUSC- funcionaron adecuadamente, aunque con los defectos propios de las instituciones, la ignorancia y el libre albedrío humanos.

Fue una época marcada por el bipartidismo y la alternancia en el gobierno.

 

La oposición permitía al Gobierno adoptar medidas impopulares pero necesarias, procurando eso sí que el oficialismo sufriera esa factura política en la elección siguiente.

Incluso cuando fue necesario, por divisiones al interior del PLN durante los años ochenta, la oposición se aseguró de que con algunos de sus votos el oficialismo tuviera mayoría para aprobar los programas de ajuste estructural (PAE) 1 y 2.

Lo anterior fue posible gracias al liderato de personas con larga trayectoria en la vida política.

Esto cambió ya en los años noventa cuando el PLN no permitió la aprobación del PAE 3.

La no reelección presidencial cercenó esos lideratos.

No de inmediato, porque la reforma dejaba abierta la reelección de quienes habían ejercido la presidencia en algún período anterior, y porque en el PLN los liderazgos de Oduber y de Monge eran muy fuertes, aunque ninguno había ejercido la presidencia.

En el PUSC así como en la coalición que lo precedió, al liderazgo de los expresidentes Calderón Guardia, Ulate y Echandi le siguió el de Calderón Fournier, lo cual mantuvo una estructura unida.

En una elección entre dos partidos es conocido el teorema del votante mediano. Si consideramos los electores en orden de sus preferencias de extrema izquierda hasta extrema derecha, el votante mediano es el que se ubica a la mitad. Este teorema indica que cada uno de los dos partidos buscará acercar su posición a la de este votante mediano, pues si se aleja de él, su rival atraerá un mayor número de electores y ganará. Por eso los partidos tienden hacia el centro. Pero cuando los votantes no son la población general, sino los simpatizantes de uno de los partidos, su votante mediano se aleja del centro y se sitúa más hacia un extremo. Si un precandidato presidencial en la oposición apoya una negociación con el gobierno, ubicándose hacia el centro, sus contrincantes fácilmente lo tildarán de traidor al partido y podrían vencerlo en la elección interna.

Al prohibirse la reelección, los expresidentes perdían liderazgo, al no poder volver a gobernar, y los candidatos para una elección se volvían líderes efímeros.

La continua selección de candidatos prácticamente impedía a la oposición de turno negociar con el gobierno. Esto debilitó la capacidad de tomar decisiones y contribuyó a la desconfianza en la política.

Es de suponer que la nueva vigencia de la reelección vuelva a fortalecer los liderazgos internos en los partidos y su capacidad para tomar decisiones. Claro que esto llevará tiempo, hasta que futuros nuevos expresidentes fortalezcan la unidad de sus partidos y puedan facilitar así, otra vez la toma de decisiones, y el país no puede esperar tanto tiempo en neutro.


Fecha de publicación: 17-Jun-2013

Fuente: diarioextra.com

 


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