ALTERNATIVAS

Miguel Ángel Rodríguez E.

Dr. Miguel Angel Rodriguez Echeverria

Los momentos de tensión e incertidumbre son propicios para analizar nuevas oportunidades. El coronavirus nos hace evidente lo que a menudo no vemos: la enorme dependencia que tenemos unos en los otros. Para que yo no me enferme, lo más importante es que menos personas se enfermen, y ello depende no solo de mis actividades, sino también de las prácticas de vida que ejerciten los demás.

Esa circunstancia y el artículo de Isabel Sawhill y John Bridgeland en Brookings (“Here’s a cost-effective national service proposal that could bridge our deep divisions”) me hizo reflexionar sobre la conveniencia de un servicio social universal en Costa Rica. Ciertamente los jóvenes que van a presentar exámenes de bachillerato o su nueva versión deben brindar algunas horas de servicio social, lo mismo que los estudiantes universitarios, pero eso es muy insuficiente .

No tener ejercito es una maravillosa conquista costarricense de la que nos sentimos todos orgullosos. Reconocemos la inmensa utilidad que ha tenido para nuestro desarrollo un mejor uso de los recursos económicos. Además, ha contribuido a fortalecer nuestro espíritu pacífico y la preminencia de las vías legales para la solución de los conflictos. Pero tiene algún costo como ocurre aún con las mejores instituciones.

En muchas ocasiones, amigos de naciones que sí tienen ejércitos me han señalado como una debilidad el carecer de la formación en disciplina que se desprende de las prácticas militares. Y en alguna ocasión, que lastimosamente no puedo precisar cuándo ni de quién, escuché que este costo se podía remediar con el establecimiento de un período obligatorio de servicio social que tuviesen que cumplir todos los jóvenes que llegasen a sus 18 años.

Este comentario no es una propuesta formal que requiere pensamiento, análisis y discusión inteligente. Pero creo que esa es una idea que valdría la pena estudiar.

Claro que implica un costo. El costo de los jóvenes dedicando un tiempo de sus vidas a laborar en acciones de ayuda a las comunidades. El costo de pagar a los jóvenes un salario básico durante ese tiempo de servicio. El costo de organizar y coordinar la ubicación de los jóvenes y de darle seguimiento a sus tareas. Pero creo que podría depararnos muy favorables resultados.

Se podría empezar con un período de 3 meses y según los resultados y la aceptación de las comunidades irlo extendiendo hasta un máximo de un año.

Se trata de establecer con municipalidades, con asociaciones y grupos de voluntariado, con instituciones públicas y con empresas y familias programas de trabajo en que los jóvenes laboren en tareas que redunden en bienestar para las comunidades que los reciben. Dar tutoría a estudiantes, ayudar en tareas administrativas, cooperar con un ebais, ayudar en la construcción de unas viviendas o de un aula o acueducto, dar apoyo a hogares de ancianos, participar en programas de preservación del ambiente, ayudar en tareas administrativas en estaciones de Policía…

Los entes cuyos programas se benefician con el servicio social de los jóvenes contribuirían en la medida de sus posibilidades al pago de los salarios de los participantes en el programa, que inicialmente arrancaría con los jóvenes que voluntariamente quieran participar, y que iría expandiéndose hasta abracar a toda la juventud.

En la medida de lo posible se trataría de que cada joven preste sus servicios en una comunidad diferente en sus prácticas y tradiciones a la propia: los jóvenes de las ciudades en los campos, los de zona rural en zona urbana, los de Puntarenas en Limón o en la Zona Norte.

En la medida de lo posible se buscaría que los jóvenes vivan en hogares de familias que participen en el programa voluntariamente, y con base de intercambio directo o indirecto, con otras familias que de manera similar también cooperen con el programa.

Sería una especie de Cuerpo de Paz interno.

La experiencia sería muy formativa para los jóvenes, les abriría la mente a distintas “costarricas”, y ayudaría a establecer lazos como los que disfrutamos quienes tuvimos la dicha de formarnos en escuelas públicas con niños de las más diversas condiciones socioeconómicas. Sería una manera efectiva de derribar muros digitales y sociales, y de construir puentes reales que nos tornen en una sociedad más inclusiva. También prepararía a los jóvenes para enfrentar diferentes circunstancias, la disciplina del trabajo y las ventajas de la acción conjunta.

Y si queremos ser imaginativos y creativos, ¿por qué no extender esta idea a un programa centroamericano en el cual puedan los jóvenes prestar su servicio social mediante intercambio con muchachos y muchachas de otros países estableciendo los controles y las medidas de seguridad adecuados?

Sería muy interesante escuchar la opinión de las organizaciones de jóvenes como las federaciones de estudiantes, o los grupos de pastoral juvenil.

Miguel Angel Rodríguez

Ex Presidente de la República

Fecha de publicación: 16-Marzo-2020

Fuente: diarioextra.com


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