ALTERNATIVAS
Miguel ?ngel Rodr?guez E.
El populismo latinoamericano no es nuevo. Se caracteriza por tratar de representar de manera muy directa los intereses del ?pueblo? en contraposici?n a la ?lite, por la ret?rica inflamatoria y moralista de su discurso, por un nacionalismo y un antiimperialismo emotivos, por la falta de compromiso con las instituciones jur?dicas de la democracia representativa, por ser antisistema, y por una b?squeda de mecanismos directos de relaci?n entre ?el pueblo? y el ?l?der carism?tico? que encarna personalmente y no institucionalmente sus intereses. Tal vez la mayor diferencia entre las visiones democr?ticas y las populistas radica en que las primeras buscan cumplir los objetivos de gobierno poniendo las leyes por encima de los gobernantes, mientras las segundas lo hacen dando prioridad al l?der -que encarna los intereses del pueblo- por encima de las normas.
El discurso moralista y antisistema del populismo es a menudo el cauce para su af?n destructivo de las instituciones existentes, no porque se tenga una idea de lo que se quiere construir, sino m?s bien por una incontrolable convicci?n de que lo que existe debe desaparecer. Y esta es, en muchos casos, la raz?n de su atractivo popular.
Nuestra caracter?stica ?serrucha pisos? deber?a ser, cre?a yo, una potente vacuna contra el surgimiento de este tipo de mesianismos, que tan funestos han sido para el bienestar de los pueblos latinoamericanos.
Desde al menos las primeras d?cadas del siglo 20 nuestros soci?logos y pensadores se han referido a la caracter?stica nacional de bajar o serruchar el piso a quien sobresale por alguna circunstancia. Es una tendencia igualadora, fruto de lo igualados que somos los ticos. Por ello nos afrenta que alguno descuelle.
Hace unos a?os un amigo que dirige una importante firma internacional me pregunt? qu? es lo que hac?a m?s infeliz a un costarricense, y de inmediato me avent?: ?Que otro tico triunfe?.
Esa caracter?stica, a pesar de sus efectos negativos para la innovaci?n, la b?squeda de la excelencia y el progreso, ha fortalecido la democracia y hasta es una buena raz?n para nuestro pacifismo y vida tranquila.
Recuerdo que mi pap? afirmaba que si Hitler hubiera lanzado sus belicosos discursos en Costa Rica la gente se habr?a sentado en los ca?os a re?rse. Por eso, esa capacidad de chotear y de igualarnos bajando el piso, me daba tranquilidad en relaci?n con los movimientos de anti-pol?tica que hemos venido viviendo con mucha fuerza en las ?ltimas d?cadas y que pueden dar cauce a un triunfo populista.
Pero ?ltimamente he perdido la seguridad de que la ?serruchadera de pisos? sea el escudo protector contra los populismos en Costa Rica.
La raz?n es sencilla. Con el surgimiento en Europa de muy fuertes movimientos populistas tanto de derechas como de izquierdas, de manera similar a como ocurri? entre las dos grandes guerras del siglo 20, en Europa y Am?rica el discurso antisistema, anti-pol?tica ha subido de tono y de influencia desproporcionadamente. Y se nos puede contagiar. Hoy estamos mucho m?s globalizados y las ideas, las modas y los patrones de conducta tienen mucho mayor poder de afectarnos que hace 80 a?os.
Por eso es preciso recordar que en la destrucci?n casi todos pierden y que a la larga los mayores costos de la falta de vigencia de la democracia, el Estado de derecho y las instituciones del mercado los sufren las personas m?s pobres.
Claro, en la construcci?n algunos ganan m?s que otros, pero esa no deber?a ser raz?n para preferir destruir que construir. Ojal? que el ?serruchapisismo? sea muralla contra y no camino para el populismo.
Fecha de publicaci?n: 13-Jul-2015
Fuente: diarioextra.com