ALTERNATIVAS

Miguel Ángel Rodríguez E.

Miguel Angel Rodriguez Echeverria

“Serruchar el piso…” El dicho es común a muchos países latinoamericanos, pero nosotros lo hemos hecho muy nuestro. Yolanda Oreamuno con frecuencia decía que "muchos ticos andaban con un serrucho en la mano para derribarle el piso a quien logra sobresalir". Un buen amigo me dijo hace algunos años: “¿Sabés que es lo que hace más infeliz a un tico?... el éxito de un compatriota”.

Si algún vecino hace un buen negocio de inmediato circulan los decires “¿De dónde habrá sacado esa fortuna? Es sin lugar de dudosa procedencia”. Si un artista alcanza éxito con sus pinturas se piensa y afirma que lo debe a algunas conexiones con críticos. Si un político promueve una buena política pública, los susurros son contestes: “¿Qué se traerá entre manos? ¿Adónde estará el negocio?”.

A quien se destaca le bajamos el piso para que esté al nivel de los demás. Somos igualados, y queremos ser igual-y-ticos.

Esta característica tiene sus ventajas. Aminora las diferencias de dotes, capacidades y riquezas. Pero también tiene sus desventajas. Ni apreciamos el éxito, ni lo promovemos y nuestra conducta a menudo más bien inhibe la excelencia. Y eso desincentiva tomar riesgos, limita el esforzarse un poco más y por ende el progreso social.

Pues bien, me ha llenado de alegría no solo el triunfo de Keylor Navas al lograr ser fichado por el Real Madrid –por lo que lo felicito y le deseo el mayor de los éxitos– sino que también me ha dado mucha felicidad la alegría desbordante de mis compatriotas ante ese gran éxito del magnífico y caballeroso guardameta nacional. No solo los que somos madrilistas, sino todos, exuberamos felicidad.

Pero me he preguntado ¿Por qué en este caso y en muchos de deportistas y otros como el de Franklin Chang, justamente nos alegra su éxito, cuándo generalmente la envidia nos corroe ante el triunfo de otros?

Cínicamente diría que es posible que nos emociona y encanta el éxito que se da allende nuestras fronteras y que nos beneficia porque gana prestigio el país. Pero he visto casos de personas que son exitosas empresarialmente en el exterior y que al volver no se salvan de la serruchada de piso.

¿Será que la envidia igualadora funciona solo en contra de quienes se enriquecen monetariamente? Pues no, Keylor, y que dicha que sea así, va a ganar muchos euros, y no hay envidia sino más bien alegría. Y además, ya mencioné el sentir sobre esa realidad “serruchadora” costarricense de Yolanda Oreamuno, quien ganó prestigio y fama con sus dotes literarias pero no riquezas materiales.

Sin más que la intuición creo que es una combinación de éxito que convenga al país, y de lograrlo en un campo muy especializado en que no sintamos que nosotros podríamos haberlo obtenido. Eso elimina la envidia y el uso del serrucho

Todos nos sentimos políticos capaces, empresarios hábiles, escritores diestros, acuarelistas increíbles (bueno, con mi inutilidad manual, yo no) pero no somos tan audaces para considerarnos porteros superdotados ni físicos-astronautas.

Ojala aprendiéramos a mantener ese serrucho a buen recaudo también frente a todos los éxitos de nuestros compatriotas, y más bien disfrutemos celebrándolos. Seríamos mejores, viviríamos más felices y tendríamos más progreso.


Fecha de publicación: 11-Ago-2014

Fuente: diarioextra.com


Para copiar un artículo de este sitio a un archivo de Word, primero copie y pegue el título, y luego el cuerpo del artículo, con el fin de que conserven los formatos y márgenes adecuados.