ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
Desde la profunda crisis de inicios de los años ochenta la visión de futuro de Costa Rica está resquebrajada.
Esa grave crisis económica y financiera, tal vez más fuerte que la que sufrimos durante la Gran Depresión, impidió continuar con el modelo de desarrollo que se venía consolidando desde la Junta de Gobierno de 1948.
La realidad de una pobreza y un desempleo que se duplicaban, una inflación descontrolada, un gasto público no financiable, una deuda externa impagable y la ausencia total de recursos externos fue más fuerte que cualquier convicción ideológica.
La crisis nos hizo cambiar. No fue una decisión sagaz y prudente que la evitó, como pudo haberse hecho si hubiéramos seguido las prácticas previsoras de nuestros antepasados del siglo XIX.
Lo cambios no fueron fáciles. No solo se acababa la fiesta sino que se tenían que pagar las deudas incurridas para financiarla.
Durante los gobiernos de 1982 a 1990 la oposición apoyo sin reticencias los cambios requeridos, convencida de las grandes ventajas de ir hacia una economía más eficiente y mejores bienes, servicios y precios para los consumidores. Así la oposición contribuyó con sus votos a que se aprobaran el PAE I y el PAE II.
Pero las cosas cambiaron durante el gobierno 1990-1994 pues su oposición no le permitió que el programa de transformación económica se profundizará con el PAE III.
Consciente de la necesidad de profundizar los cambios para aumentar la eficiencia de la producción y poder tener una economía más solidaria y participativa, desde la campaña política lancé la Concertación Nacional para tratar de conformar una visión de futuro compartida.
Pretendí así conformar una sólida masa de apoyo a las reformas que hicieran posible un gobierno fuerte pero eficiente y limitado, que pudiera llevar adelante las inversiones en infraestructura, simplificación de procedimientos, mejoras y extensión de la educación, la salud y la seguridad públicas esenciales para avanzar en el bienestar nacional.
El principal partido de oposición se negó a participar en la Concertación Nacional. Los acuerdos logrados se frenaron y complicaron en la Asamblea Legislativa.
Algunas de las propuestas solo se aprobaron años después con el CAFTA.
Pero desde entonces la sociedad costarricense está partida entre quienes añoran un pasado que ni fue lo que creen ni es reconstruible, y quienes quieren avanzar sin prestar oídos a los justos reclamos por la no disminución de la pobreza y el aumento de la desigualdad.
Las recientes elecciones señalaron contundentemente el deseo de cambio que impera. Pero desde el inicio del nuevo gobierno los diversos sectores manifiestan con igual claridad su oposición al cambio.
Los empresarios y las comunidades quieren infraestructura, pero nadie quiere pagar ni impuestos ni peajes.
Las familias desean precios estables, pero los partidos que apoyan al gobierno se oponen a poner orden en el empleo público y promueven aumento en vez de disminución del gasto.
Los electores quieren un gobierno fuerte que promueva el cambio, pero los sindicatos se empeñan en debilitarlo. Se predica que se va a combatir la evasión fiscal, y en la práctica una primera medida favorece a grandes evasores de impuestos
Todos queremos cambiar. Pero parece que nadie quiere permitir el cambio.