ALTERNATIVAS

Dr. Miguel Angel Rodriguez Echeverria

Durante los últimos meses del ejercicio de la presidencia, muchas personas se extrañaron al ingresar a mi oficina porque, en una de las principales y más visibles fotografías, aparecía con un recién nacido sostenido por su mamá y una enfermera, e incluso me preguntaban si se trataba de alguno de mis nietos.

No lo era. Se trataba de uno de los 884 niños que vivieron gracias al programa de reducción de la mortalidad infantil que ejecutamos. Los frutos de esos esfuerzos y de la fuerte inversión realizada se plasmaron en una reducción de casi la cuarta parte (23,94 %) en la tasa de mortalidad infantil, al pasar del 14,2 por mil al 10,8 por mil entre diciembre de 1997 y diciembre de 2001.

La idea nació del amigo y pediatra de mis nietos, el Dr. Edgar Mohs, quien no era de mi partido, pero patrióticamente se la comunicó a mi querido ministro de Salud, Rogelio Pardo, y juntos vinieron a presentármela.

Se trataba de que, tras haber reducido sensiblemente las tasas de mortalidad infantil en los sesenta y setenta, Costa Rica disfrutó durante años de cifras bajas.

Pero como es más difícil reducir significativamente una tasa de mortalidad de por sí baja que lograr lo mismo cuando la tasa es alta, básicamente porque, cuando ya es baja, las causas de muerte son mucho más complejas, en los años previos la reducción había sido muy leve, casi insignificante, y en el año 1997 más bien había subido bastante.

Esto, además, no era una causa extendida de preocupación como para generar presión en la búsqueda de soluciones.

De ahí que, cuando lanzamos el Plan Nacional para reducir la mortalidad infantil, no recibimos excesiva atención. El plan, además, carecía de medidas espectaculares, noticiosas al uso de hoy, y los héroes eran anónimos en su mayoría, pues la misión estaría a cargo de los cientos de personas de los Comités Locales de Análisis de la Mortalidad Infantil (Colamis), creados en cada centro de salud.

Pero los cambios eran profundos. Por primera vez se construyeron Unidades de Neonatología fuera del Gran Área Metropolitana; se decretó que toda mujer embarazada sería atendida en los centros de salud, aunque no estuviese asegurada o fuese una extranjera indocumentada; se dio seguimiento a los embarazos en cada localidad del país mediante los Colamis, que también analizaban cada muerte infantil para poner en práctica soluciones ante casos similares; se estandarizaron procedimientos médicos preventivos y se garantizó atención a todo niño menor de un año, con independencia de si sus padres contribuían o no a la seguridad social.

En los años siguientes, el esfuerzo que, con la reducción de nacimientos, se hizo más fácil se continuó. De esa manera, para el año 2010 se había bajado a 9,82. En la década siguiente se tuvo un promedio de 8,51, y al final de esos años, en 2019, se logró un nivel de 8,02 niños muertos antes de los cinco años por cada mil nacidos.

Una reducción del 26 % respecto a la que habíamos alcanzado en 2001. En esa segunda década de este siglo, es cierto que hubo altos y bajos, pero la mortalidad infantil nunca fue mayor a las 9,82 muertes por cada mil nacimientos desde 2010.

Pero en los dos últimos años ha empeorado la situación, y en 2024 sufrió el país una mortalidad infantil de 10,3, lo que significa más de 10 niñitos muertos en sus primeros cinco años de vida, cifra que no se registraba desde 2003.

Defender la vida de cada bebé es de un valor incalculable, y no se pueden hacer comparaciones.

Pero no puedo dejar de señalar que, en 2003, nacieron 72.938 bebés, pero el año pasado solo 45.825.

Es hora de que nuestras autoridades de salud vuelvan su mirada sobre la muerte de niños de hasta cinco años. Es hora de reactivar los Comités Locales de Análisis de la Mortalidad Infantil (Colamis) y estudiar cada muerte. Se trata de salvar vidas.

Expresidente de la República


Fecha de publicación: 14-Abril-2025

Fuente: diarioextra.com


Para copiar un artículo de este sitio a un archivo de Word, primero copie y pegue el título, y luego el cuerpo del artículo, con el fin de que conserven los formatos y márgenes adecuados.