ALTERNATIVAS

Miguel Ángel Rodríguez E.

Dr. Miguel Angel Rodriguez Echeverria

Es imposible enunciar todo lo que son las mamás, nuestras mamás, las mamás de nuestros papás, las mamás de nuestros hijos, las mamás de nuestros nietos, las mamás amigas, las mamás de nuestros amigos, las mamás solas y en pobreza que luchan por sus hijos.

No voy a intentar esa imposible tarea. Me limitan la magnitud de esa imposible tarea, el tiempo, mis capacidades, mis conocimientos y este espacio que me regala DIARIO EXTRA.

Solo quiero referirme a una de las cosas que las mamás son: maestras de amor.

Se dice con facilidad, pero qué difícil es poder realizar esa función.

Las mamás nos enseñan a amar con su ejemplo, es lo fundamental.

Pero también nos enseñan a amar con sus prédicas.

Nos enseñan a amar cuando nos aman, pero también lo hacen cuando aman a nuestros hermanos, a su pareja, a otros familiares, a amigos, y especialmente a desconocidos.

Nos enseñan a amar cuando nos inculcan respeto y buenos modales en nuestro trato con las demás personas.

Nos enseñan a lo largo de la vida.

Cuando recién nacidos nos enseñan con su abrazo maternal, con la calidez de su mirada, con los susurros de su voz.

En la infancia, cuando nos educan en cómo jugar con hermanos y amiguitos.

En la adolescencia, cuando iniciamos nuestra vida social y tenemos los primeros flirteos.

Cuando nos vamos a casar y nos predican sobre las obligaciones que vamos a contraer con nuestra pareja y con nuestros hijos, y nos señalan que la primera de esas responsabilidades es la de amarlos y enseñarlos a amar.

Nos enseñan cuando vivimos el milagro de ser padres o madres.

Nos enseñan cuando sufrimos su muerte y sentimos y apreciamos de manera especial todo el amor que nos dieron.

De esa enseñanza depende, en última instancia, la paz, la armonía, la capacidad de convivir fraternalmente, dándonos apoyo unos a otros y en especial a las personas menos favorecidas con recursos intelectuales, materiales, morales.

Pero enseñar a amar no es fácil.

Nacimos con fuertes instintos primitivos.

El don de la vida es tan valioso que nuestra inclinación fundamental es a la sobrevivencia. Eso nos lleva a considerarnos primero a nosotros mismos, después a nosotros mismos y en tercer lugar a nosotros mismos. “Primero yo, segundo yo, tercero yo”, dice el adagio.

Nacimos, pues, con inclinación al egoísmo y al irrespeto a los demás.

¿Cómo enseñarnos a amar?

Las mamás lo hacen mejor que nadie, pues Dios les donó de manera especial su poder de dar vida.

Ese poder de enseñarnos a amar lo ejemplifica nuestra venerada Virgen María. Bajo la advocación franciscana de Reina de los Ángeles aparece nuestra Patrona Nacional, una muñequita negra de piedra a una jovencita que vive en el segregado Barrio de Los Pardos en Cartago. Años antes aparece a San Juan Diego la Virgen de Guadalupe. En ambos casos es evidente la enseñanza de amor hacia las personas segregadas, y el deseo de nuestra Madre Celestial de que nos unamos todos.

Porque pueden dar la vida y porque tienen el ejemplo de María las mamás son capaces mejor que nadie de enseñarnos el mandato que Jesús nos dejó: “Ámense unos a otros como yo los he amado”.


Fecha de publicación: 19-Agosto-2024

Fuente: diarioextra.com


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