ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
Con justa razón los costarricenses estamos indignados, preocupados y hasta ya con miedo ante el gran aumento de la criminalidad organizada en estos últimos años. Y, ante el éxito de las medidas del presidente Bukele en disminuir radicalmente la incidencia de los homicidios, muchos justifican aplicar acá sus medidas.
Pero el crimen organizado que sufrimos es muy diferente al que causaba la violencia en El Salvador. Y, además, Costa Rica no es El Salvador, nuestra institucionalidad es muy diferente.
Las pandillas que azotaban a los salvadoreños eran muy pobres.
Se dedicaban a la extorsión obligando a los vecinos a pagar “protección” para que no los secuestraran o mataran, y a pagar “peajes” para circular por ciertas zonas. Era muy poco lo que los tatuados miembros de esas pandillas ganaban, se estima que un raso ganaba unos 7.500 colones por semana.
Para realizar su actividad criminal las bandas tenían que actuar muy al descubierto en grandes áreas de las ciudades, lo que aunado a los tatuajes que identifican a los miembros de esas pandillas, los convertían en presa fácil para redadas que los podían detener. El gobierno salvadoreño en poco tiempo encarceló sin mayor consideración al debido proceso a más de un 1% de su población.
En muchas partes de América Latina ya desde antes de las acciones del presidente Bukele se estableció una política de mano dura frente al aumento de la criminalidad: aumentar las penas, obligar a los jueces a imponer los límites máximos de las penas, reducir la aplicación del principio de estado de inocencia, encarcelamientos masivos, declarar estados de emergencia y enviar a los ejércitos a las cárceles.
Los resultados han sido poco convincentes y nuestro continente sigue siendo y es cada vez más la región más violenta del mundo. Entre nosotros el aumento de los homicidios hasta llegar a más de 17 por 100.000 habitantes en un año -lo que casi triplica la situación al final de mi Gobierno- es trágico, y lo es aún más porque se trata de jóvenes e incluso adolescentes matando jóvenes para luego ser ellos asesinados. Además, hay una cantidad muy importante y dolorosa de personas no ligadas a la criminalidad que mueren como víctimas accidentales de esta guerra entre pandillas.
En América Latina, incluyendo a Costa Rica, el crimen organizado es muy diferente a las mafias salvadoreñas. Es más rico, está mejor armado y es trasnacional.
Las acciones indiscriminadas de persecución lo que han generado es un aumento de la criminalidad violenta, pues ante el descabezamiento indiscriminado de las pandillas lo que se genera es una lucha con armas poderosas para reclamar territorios y liderazgos.
Las cárceles atiborradas, sobrepobladas y sin capacidad de tratamientos regenerativos se convierten en escuelas de la criminalidad, e incluso en centros de mando para dirigir las bandas criminales.
Los ejércitos han demostrado no estar ni preparados ni bien dispuestos para ejecutar las tareas propias de la policía civilista. Además, y gracias a nuestros gobernantes que actuaron con gran previsión e inteligencia, no tenemos Ejército. El problema es inmenso y requiere soluciones pacientes, perseverantes y respetuosas de los derechos humanos.
Claro que a mediano plazo educación de calidad; formación en valores en los hogares, templos y escuelas; información adecuada del alto riesgo de la vida criminal y del uso de drogas; capacitación para trabajos con buenas condiciones salariales; oportunidades laborales; mejores condiciones de iluminación y vigilancia en los barrios más afectados y ejemplos para los jóvenes de éxito de sus vecinos dentro de la ley son los instrumentos para una solución verdadera.
Pero necesitamos resultados pronto. El problema es grave. En los últimos10 años la producción de cocaína se ha duplicado y el mercado con mayor crecimiento y mejores precios es el europeo. Costa Rica es una de las principales, si no la principal, ruta de tránsito de la cocaína de América del Sur a Europa.
Necesitamos el uso de mucha inteligencia e información en la lucha contra esa criminalidad. Inteligencia e información para hacer que la ruta de droga por Costa Rica no sea atractiva. Inteligencia e información para descubrir y atrapar a policías, personal de seguridad y funcionarios judiciales que sean víctimas de amenazas del narco, o traicionen sus deberes. Inteligencia e información para detectar e impedir el tráfico ilegal de armas que proviene de su principal mercado abierto los EE.UU. Inteligencia e información para identificar a los jefes principales del narco y dirigir puntualmente contra ellos las acciones policiales y judiciales.
Es un problema trasnacional. A fines del siglo pasado evolucionamos hacia una nueva generación de policías, se aprobó la Ley de Policía Civilista que revolucionó la Fuerza Pública, y propusimos y dejamos en ejecución con incluso el establecimiento del servicio de Guardacostas Nacional el Tratado de Navegación Conjunta con EE.UU. Ahora necesitamos nuevos mecanismos de inteligencia y acuerdos con la Unión Europea para trabajar colaborativamente impidiendo el ingreso y la rexportación de las drogas que van de Suramérica hacia esos mercados.
Fecha de publicación: 20-Mayo-2024
Fuente: diarioextra.com