ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
En estos días se han conmemorado dos eventos aparentemente sin conexión alguna entre sí, y en los cuales posiblemente el reconocimiento al amor maternal no ha estado presente. Se rememoran en marzo el Día Internacional de la Mujer el 8 y los once años del pontificado del Papa Francisco el día 13.
Doliéndonos de la opresión milenaria que ha soportado la mujer celebramos los inmensos méritos de sus luchas para ir eliminando la discriminación y lograr que se reconozcan sus naturales derechos a la igualdad que como personas merecen. También mucho escribimos año con año respecto a los derechos patrimoniales, políticos, civiles, laborales, sociales y educativos de las mujeres y sobre lo mucho que nos falta por avanzar en tantos campos para que haya plena justicia en su favor. Y está muy bien. Eso es necesario y conveniente.
Es de justicia celebrar las batallas que las mujeres han ido con grandes sacrificios ganando. Es todavía más importante crear consciencia del camino que aún no se ha recorrido y comprometernos a seguir avanzando.
Este año yo escribí sobre las iniquidades en contra de la mujer en el campo de la economía que les debilita contar con los recursos financieros para ejercer en igualdad de condiciones con los hombres sus derechos patrimoniales. Específicamente lo hice sobre su muy baja y además decreciente participación en la oferta laboral, sobre su salario menor al de los hombres para ocupaciones similares, sobre su escasa participación en puestos directivos del sector privado y sobre la gran pérdida de empleo que han sufrido las mujeres respecto al tiempo anterior a la pandemia. En otros años he escrito sobre derechos civiles, sobre acciones afirmativas como las cuotas de participación por las que con éxito peleó Lorena hace 30 años.
Pero hoy quiero resaltar una condición de las mujeres única en la creación.
Las mujeres tienen la posibilidad de ser conscientes de que en su seno se desarrolla la vida de una persona.
¡Qué condición tan increíble! De esa condición se genera el amor maternal, incomparable a ningún otro que se pueda dar entre personas. Cada mujer puede decidir si ejerce o no su maternidad. Puede hacerse monja, quedarse soltera o tener pareja sin tener hijos. Pero siempre tiene el don de la maternidad.
Durante el embarazo la madre ama una persona que está dentro de ella. A la que alimenta, que comparte su sangre y su oxígeno, que no se separa de ella, una personita que se va desarrollando gracias a ella.
Y es consciente de esa relación. No hay ninguna otra situación en la que una criatura pueda participar tan plenamente del poder creador de Dios.
La mujer es por naturaleza igual en dignidad y derechos a nosotros los hombres. Pero nosotros no podemos ni siquiera imaginar el significado y la experiencia del extraordinario regalo que les ha dado el creador.
La cúspide de ese don divino lo recibió la Virgen María que llevó en su vientre no solo a una persona, sino que nada menos que al Hijo de Dios.
El Papa Francisco durante su servicio como Papa ha realizado cosas maravillosas. La reforma patrimonial de la curia y administrativa del Vaticano, la lucha contra los crueles abusos de miembros del clero contra menores, el compromiso de la Iglesia con la Casa Común y la prédica de la amistad social.
Pero en mi humilde opinión su mayor mérito es comprometer al clero y a la feligresía con el amor de la Iglesia con la humanidad, en ejercicio de la función maternal que Nuestro Señor Jesús le encomendó desde el árbol de la cruz al encargar a Juan el cuido de su madre.
Pedir una Iglesia en busca de la oveja perdida, una Iglesia con los brazos abiertos para todos, una Iglesia que bendiga a todos y a todos reciba y de consuelo es pedir que la Iglesia sea Madre de la humanidad doliente. Esa ha sido la guía pastoral del Papa Francisco.
Es indispensable la acción maternal de la Iglesia. La necesitamos siempre, pues las personas siempre enfrentamos frustración y penas en nuestra vida. La necesitamos especialmente en esta época de crueles guerras, de dolorosísimas migraciones, de deterioro de los estados de derecho, de confrontación entre hermanos, de crecimiento de la delincuencia organizada, de deterioro de nuestro planeta y peligros internacionales.
Demos a Dios gracias por el amor maternal. Y aprendamos de él.
Fecha de publicación: 18-Marzo-2024
Fuente: diarioextra.com