ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
Acaba de cumplir 90 años Eduardo Lizano y con gran alegría, admiración y entusiasmo me sumo a la justa celebración de su familia y amigos.
Mucho se ha destacado, y posiblemente a pesar de ello de manera insuficiente, el aporte de Eduardo a Costa Rica por su capacidad de analizar los problemas nacionales, de proponer soluciones y de trabajar para su implementación.
No es fácil tener la capacidad y la dedicación para adquirir los conocimientos necesarios para determinar los problemas del país, entender las consecuencias y limitaciones de esos conocimientos abstractos y mantenerse al día en su evolución.
Es muy difícil, a pesar de poseer los conocimientos teóricos, poder aplicarlos a las condiciones concretas del país. La ciencia nos da conocimientos generales, la historia nos da ejemplos de resultados en circunstancias específicas. Saber cómo aplicar esos conocimientos y experiencias a problemas costarricenses de un tiempo específico precisa grandes habilidades y dedicación, estudio y reflexión serios y no comprometidos con prejuicios absorbentes.
Si lo anterior fuera poco, que no lo es, una cosa son las capacidades y habilidades para manejar el conocimiento y otra muy diferente las condiciones y la dedicación que exigen llevar cosas a la práctica.
La vida de Eduardo Lizano es un ejemplo de cómo se pueden unir conocimientos generales y realidades concretas.
Gracias a su dedicación, a su constancia, a su don de gentes, a armar equipo y conquistar amigos, a diseñar estrategias posibles, al manejo del humor y de la fisga, gracias incluso a su ingeniosidad para darle nombre a las situaciones, Eduardo pudo ejecutar soluciones además de obtener conocimientos y aplicarlos a nuestros problemas.
Realizar esas tres tareas es sorprendente y por hacerlo con éxito debemos todos celebrar la vida de Eduardo Lizano y agradecer sus muy importantes aportes a Costa Rica en campos tan diferentes como las tareas del Estado en ciencia y tecnología, las políticas para la agricultura, la apertura económica, la ortodoxia en la hacienda pública y la transformación de nuestro sistema financiero.
Cuando gracias a la generosidad de nuestros conciudadanos fui electo presidente en 1998, y con el empuje de mi hermano Manuel Emilio y de mi hijo Andrés, me dediqué a convencer a Eduardo Lizano que aceptara volver a la Presidencia del Banco Central de Costa Rica (BCCR), aunque eso significaba dirigir el ente emisor en un Gobierno que no era de su partido político, para mí su nombramiento representaba poner esa tan importante institución bajo la dirección de un académico brillante, de experiencia exitosa comprobada en la elaboración y aplicación de políticas económicas, además garantizaba la independencia del BCCR todavía no tan firmemente establecida legalmente como lo es ahora.
De manera generosa Eduardo aceptó y Costa Rica gozó del beneficio de su sabia conducción. Tuvimos la inflación más baja de los ocho gobiernos que se dieron entre 1974 y 2006 y del mismo orden de la que siguió después de ese período de 2006 a 2010.
En el libro “Ensayos en Honor a Eduardo Lizano”, publicado por la Academia de Centroamérica que tanto bien ha hecho al país, nacida y dirigida con la decidida y eficiente participación de Eduardo, tuve el gusto de contribuir con “Camino a Damasco” (disponible en www.rodriguez.cr ) y de admirar una vez más su vida y sus aportes. También allí señalé otra de sus virtudes: su lealtad e integridad intelectual y cómo pudo sin problema estudiar los cambios en la ciencia económica y en las condiciones del país, así como adaptarlos a las políticas económicas recomendadas.
No puedo terminar de celebrar los 90 años de Eduardo Lizano sin referirme a sus valores. Es un católico de verdad que no oculta su fe y que sin remilgos ha apoyado a nuestra Iglesia católica en Roma y en el país, por supuesto, respetando la libertad de todos y sin imponer a nadie sus convicciones trascendentes, pero dándonos a todos ejemplo.
Fecha de publicación: 12-Febrero-2024
Fuente: diarioextra.com