ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
Hasta hace pocos años los costarricenses no habríamos podido entender lo que ha ocurrido en Ecuador esta última semana y menos habríamos podido siquiera imaginar que algo similar pudiera pasar en la pacífica Costa Rica.
¿Quién, hace solo un par de años, hubiera podido tener la pesadilla de que en Costa Rica a plena luz del día los delincuentes tomaran una estación de TV y se amenazara a las autoridades, o que los prisioneros tomaran 178 funcionarios como rehenes en siete cárceles como en Ecuador?
Pero ahora eso nos angustia y nos amenaza. La semana pasada a plena luz del día un grupo mafioso atacó en Limón una residencia destruyendo su entrada para asesinar al líder de una banda criminal adversaria y una pareja de refugiados nicaragüenses fue baleada gravemente, también a plena luz del día y en una vía principal de las cercanías de la UCR. Ya habían sido atacados y milagrosamente se habían salvado en 2021.
Para fines comparativos voy a usar hasta 2020 datos del Banco Mundial. Para 2021 a 2023 uso datos para Ecuador y Costa Rica del respectivo país.
De 1999 a 2002 tuvimos en Costa Rica 6 asesinatos por 100.000 habitantes por año. Estábamos por debajo de la tasa mundial que era de 7. En Ecuador en esos años los asesinatos con relación a su población eran mucho mayores: 13, 15, 13 y 15 para cada uno de esos 4 años.
Pero de 2002 a 2008 se aceleró más el aumento de los asesinatos en Costa Rica donde crecieron un 11% por año y llegaron a 11, mientras que en Ecuador lo hicieron a un tercio de esa velocidad y llegaron a 18. Desde los niveles más altos entonces alcanzados por ambos países se dio una disminución más acelerada en Ecuador, de manera que en 2014 tenía menos incidencia de los asesinatos que en Costa Rica. Todavía en 2020 teníamos una tasa de asesinatos mayor a la de Ecuador.
A partir de entonces Ecuador tuvo un incremento increíblemente rápido de la criminalidad, que el año pasado llegó a 40 incluyendo el asesinato de un candidato presidencial. En nuestro caso creció a partir de 2021, sin embargo, su aceleración se dio el año pasado cuando llegamos a la inimaginable cantidad de 17 asesinatos por 100.000 habitantes, casi el triple de lo que teníamos a principios de este siglo.
Desdichadamente por años hemos bajado la guardia. Después del sustancial aumento en la cantidad de policías que después de más de 20 años de no aumentar se dio durante mi Gobierno, del establecimiento de la nueva generación de policías, de obligar a estudios de secundaria y de pasar por la Escuela de Policía para ser reclutados, de pasar la ley de policía civilista y dotarla de uniformes distintivos -no militares de desecho-, después de acordar y poner en marcha el tratado de navegación conjunta con EE.UU., de crear el Servicio de Guardacostas, de establecer más de 2.000 operaciones de policía comunitaria… poco se ha hecho.
Se paró la construcción en Pococí de 500 celdas de máxima seguridad que habíamos dejado contratadas y solo tenemos las mismas 50 de cuando inició operaciones La Reforma hace más de cuatro décadas.
Tuvimos en aquellos años apoyo de Colombia, España, Estados Unidos e Israel para mejorar la operación de la DIS y para asegurar la honradez y fidelidad a sus deberes de los integrantes de los cuerpos policiales.
La DIS y las tareas de policía interna para poder identificar los oficiales que hayan podido ser comprados por el oro o controlados por la amenaza del plomo de los narcotraficantes no parece que se hayan transformado para atender las nuevas demandas de la seguridad ciudadana ante el crecimiento y la influencia del crimen organizado.
¿Qué operativos tiene en función la Corte o la Inspección Judicial para identificar casos de corrupción o de actuación por amenazas de sus jueces y funcionarios?
Lo que ahora urge es actuar con la colaboración de todos, en estos campos, en reformas legales, y asegurar los recursos que sean necesarios para parar la ola criminal.
No, no, no podemos dejar que este crecimiento de la delincuencia siga. Hay que detenerlo ya.
Nosotros gracias a Dios y a patricios costarricenses no tenemos ejército. Pero ¿si la ola criminal sigue creciendo, a qué vamos a echar mano para detenerla de raíz como han hecho en el pasado Colombia y ahora lo está haciendo el presidente Daniel Noboa de Ecuador?
No tenemos ejército, gracias a Dios, pero eso nos hace más dependientes de la inteligencia que deben generar la DIS, la Policía y el OIJ.
Nos urge contar con prisiones adecuadas, con más efectivos debidamente entrenados y bien equipados, con reformas legales que impidan la impunidad y aceleren los procesos, con escáneres en todos los puestos de salida de mercaderías, operados y vigilados para que no sucumban sus operadores a la alternativa de plomo o plata, y con planes estratégicos para enfrentar este, que es el problema más urgente.
Otros pueden ser a largo plazo aún más importantes, ninguno es más urgente. No podemos permitir que jóvenes sigan siendo reclutados para matar jóvenes. No tenemos ejército y no debemos tenerlo. Por eso la urgencia es aún mayor.
Fecha de publicación: 15-Enero-2024
Fuente: diarioextra.com