ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
María Conceicao nació en la pobreza en un pueblito de Portugal en 1977. Cuando tenía dos años una amiga de su madre, Christina, viuda, refugiada de Angola, madre de 6 hijos, convenció a la mamá de María de que fuese a Lisboa a buscar mejores ingresos para su hija. Se fue, pero nunca volvió.
Christina, a pesar de la carga de lidiar sola con seis hijos propios, tomó a María como suya y la crio.
Fue una lección de solidaridad y determinación a hacer el bien que se grabó en el alma de María y retoñó una gran cosecha.
Christina murió cuando María tenía nueve años. Huérfana en su aldea era mirada con lástima por sus vecinos y parecía que su única posibilidad sería dedicarse a limpiar casas de otras personas. Empezó limpiando excusados.
Pero a los 18 años emigró decidida a ser la mejor limpiadora, como ella lo dice, la Ronaldo de las limpiadoras. Vivió en Italia, en Suiza, en Inglaterra y aprendió italiano, francés e inglés.
La oportunidad tocó su puerta cuando vio un anuncio de una plaza como azafata de Emirates Airlines. Entre unas cien candidatas fue escogida para una de las dos posiciones disponibles. Empezó una nueva vida conociendo países y viviendo en hoteles de 5 estrellas. Pudo haberse quedado satisfecha.
Pero le tocó viajar a Dacca, la capital de Bangladés, una antigua civilización, un país que ha venido disminuyendo su pobreza aceleradamente, pero con unos inmensos tugurios. María los visitó y encontró unos niveles de miseria que la conmovieron. Eran tanto peores que la pobreza que había ella vivido, y los niños y niñas eran discriminados según el color de su piel y no tenían posibilidad de educarse.
Se comprometió con un grupo de madres a facilitarles la educación de sus hijos. Soñó con verlos conocer el mundo como ella lo había logrado y con verlos estudiando en la universidad. Y les prometió que establecería una escuela.
Empezó con 39 niños. Logró apoyo en Dubái y 3 años después tenía a 600 niños en la escuela. Pero llegó la Gran Recesión y poco a poco María fue perdiendo los patrocinadores de la escuela.
¿Cómo obtener recursos para no cerrar la escuela y poder asegurar el futuro de esos 600 niños y niñas?
María buscó el apoyo de personas muy conocidas y de programas de TV en Dubái, Portugal, EE.UU. para que le sirvieran como promotores. No tuvo resultado.
Vio una noticia que cambió su vida y le ha permitido continuar su maravilloso apoyo a los niños y niñas de los tugurios de Dacca.
Una expedición inglesa al Polo Norte ya había logrado obtener donaciones por un millón de libras esterlinas y esperaban obtener otro millón más. Se “preparó” con entrenador que le tuvo fe y cuatro meses después salió en una expedición. No consiguió mayor ayuda.
Luego se enteró que ninguna portuguesa había escalado el Éverest. Antes no había sido exploradora. Tampoco escaladora. Un entrenador indio le dijo que la preparaba en dos años. Un año después lo escaló. Tampoco le dio recursos y la escuela con enorme dolor cerró.
El “señor Google” le recomendó algo más espectacular. Fue al Polo Sur, hizo maratones, ultramaratones, ironman en 7 continentes rompiendo marcas y acumuló 10 récords Guinness.
La Escuela revivió y hoy sus alumnos se gradúan de las universidades.
María no era deportista y lo fue con extrema excelencia por dedicación a su compromiso.
Señala que es mucho más difícil administrar la fundación que ayuda a las niñas y niños de Dacca que todos sus éxitos deportivos.
¡Cuántas enseñanzas!
Fecha de publicación: 27-Noviembre-2023
Fuente: diarioextra.com