ALTERNATIVAS
Miguel Ángel Rodríguez E.
América Latina viene experimentando bruscos cambios políticos y frustración económica y social. En la década de los ochenta, había solo tres democracias en América Latina, a finales de siglo XX solo Cuba no lo era. Ahora sufrimos los asesinatos, destierros, encarcelamientos políticos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, el desliz dictatorial de Bolivia, El Salvador, Guatemala y el apoyo a esos regímenes de los gobiernos de Argentina, Brasil, Colombia y México.
Además, desde antes de la pandemia estos países venían creciendo muy lentamente, y las esperanzas de que fuéramos una región que convergiera hacia los niveles de bienestar de los países desarrollados que había hace 7 décadas no se cumplieron. La previsión de crecimiento para el resto de esta década es decepcionantemente baja. Seguimos sufriendo inaceptables niveles de pobreza que aumentó con la covid-19 y, aunque la desigualdad disminuyó en la primera década de este siglo, somos la región más desigual.
Deterioro político y pobres resultados económicos y sociales son una mezcla muy peligrosa siempre, pero más en este tiempo de cambio de época que vivimos.
Un cambio de época que modifica muy sensiblemente las relaciones familiares, religiosas, empresariales, sociales, políticas, internacionales y en el cual también las innovaciones vertiginosas de las tecnologías nos aturden.
Este cambio de época modifica nuestras circunstancias a la vez que muchas de sus transformaciones nos desarraigan.
Cuando cayó el Muro de Berlín y se derrumbó en Europa el comunismo, muchos creíamos en el triunfo definitivo de los valores y las formas de organización social que la humanidad ha venido construyendo desde hace muchos siglos: libertad, dignidad, igualdad y fraternidad de todas las personas; democracia electoral y Estado de derecho; mercados abiertos y competitivos; institucionalidad internacional y relaciones entre las naciones y su comercio regidas por normas prestablecidas y no simplemente por la fuerza; búsqueda del bien común y del desarrollo humano. Pero la vida es más complicada y la historia es caprichosa.
La gran recesión desnudó las enormes diferencias entre los diversos intereses, y la libertad y el aprecio a la democracia ha venido disminuyendo en el mundo, tanto en naciones desarrolladas como en el resto.
Muchos partidos políticos han perdido la capacidad de conciliar diversos intereses en una visión compartida de bien común, y las personas disminuyen su confianza en las élites. Así se fragmentan y multiplican los partidos, para atender a intereses sectoriales.
Estas condiciones han sido caldo de cultivo para populismos de izquierda y de derecha, al tiempo que los partidos de centro, de centro izquierda, de centro derecha que son tolerantes y están comprometidos con el Estado de derecho se debilitan.
La solución no está en bambolearse entre posiciones extremas, que en ocasiones ponen a los votantes a escoger entre minorías inaceptables para una mayoría de ellos.
En estas condiciones los ciudadanos estamos llamados a participar, no a abandonar la actividad política. Si las formas antidemocráticas se fortalecen es más difícil después recuperar la vida en libertad.
Aprendamos de las dificultades de Cuba (64 años de los Castro), Venezuela (25 años de chavismo), Nicaragua (ortega-sandinismo 26 años) para salir de sus dictadores.
Aprendamos de cómo se vuelven más oprobiosos y descarados con el tiempo: Cuba 1.052 presos políticos, más que en todo el resto de América Latina; Venezuela pretende impedir que la oposición escoja sus candidatos; Nicaragua con la persecución a la Iglesia Católica, el encarcelamiento del Obispo Rolando Álvarez, la incautación de Incae, obra de presidentes y empresarios centroamericanos.
Todos debemos defender la libertad, la democracia, el Estado de derecho, y fortalecer a la sociedad para que controle al Estado.
Fecha de publicación: 6-Noviembre-2023
Fuente: diarioextra.com